Editorial 43

El aire está en todas nuestras experiencias. No es una sustancia: no contiene en sí la naturaleza de las cosas.

Editorial 43

El aire está en todas nuestras experiencias. No es una sustancia: no contiene en sí la naturaleza de las cosas.

Respiro

La publicidad de Medifé que vimos en los medios de comunicación ha sido premiada, es un pieza muy bella y emotiva. Más allá de sus cualidades visuales o sus asertivos comerciales -que no estoy en condiciones de evaluar-, el tema que sí me conmueve e interpela es su sonido. El de la respiración. Varias escenas donde inspirar o exhalar (los dos modos del respirar) ocupan un lugar especial, ese ritmo acompaña el film y fue central al momento de crear la campaña.

Damos el aire por sentado, no lo pensamos, descontamos que nuestra vida depende completamente de ese recurso. Solo respiramos. Quizás la pandemia nos reconvino de esa situación, recordamos – qué triste que haya sido así- que tenemos una atmósfera que nos envuelve y nos garantiza la vida. En el film publicitario de Medifé, el “respiro”, es un alivio, una alegría, la ocasión de reír y disfrutar, de confirmar que a pesar de todo lo que nos suceda, tenemos el aire que nos sostiene la vida. Y también el resoplo, “bufar” como decían los antiguos, la queja que se evapora en el aire del rezongo. Y podría seguir. Me interesa reflexionar hoy, en clave filosófica, sobre el respirar, porque somos la Fundación de una empresa de salud, somos la Fundación de la empresa que puso “al aire” esta publicidad, y somos también la parte de la organización que se liga con el pensamiento. Allí voy.

El aire está en todas nuestras experiencias. No es una sustancia: no contiene en sí la naturaleza de las cosas. Es un movimiento rítmico, regular e infatigable, una oleada sin ruido que va hasta el extremo del horizonte y vuelve hacia nosotros para romperse sobre sobre nuestros cuerpos y explotar en nuestros pulmones.

Sin él, nada seria posible. Todo lo que nos sucede debe mezclarse con él, tener lugar en su recinto. El soplo es la primera actividad de todo viviente superior. Es el único trabajo que no nos fatiga, el único movimiento que no tiene otro fin que sí mismo. Nuestra vida comienza con un primer soplo y terminará con un último. Vivir es: respirar y abrazar en el propio soplo toda la materia del mundo.

Todo en el que vive no es más que articulación de ese soplo: de la percepción a la digestión, del pensamiento al gozo, del habla a la locomoción. Todo es repetición, intensificación, variación de lo que tiene lugar cuando respiramos. Es por esto que los saberes más diversos, lo han hecho el nombre propio de la vida, en sus formas más diferentes, en las lenguas más diversas (spiritus, pneuma, geist).

Respirar es conocer el mundo, penetrarlo y dejarse penetrar por él. Atravesarlo y devenir por un instante, con ese mismo impulso, el lugar donde el mundo se hace experiencia individual. Esta operación nunca es definitiva: también necesitamos de los otros, de su respirar, de esos otros soplos que nos alientan y nos impulsan, que nos hablan, que nos juegan. Con quienes nos envolvemos en un estar bajo la atmósfera, gran -toda- proveedora del aire que respiramos, y que es la unidad viviente del mundo: la prueba de que el planeta está determinado para la vida.

Cuando vi la marca Medifé asociada al respiro, sentí sorpresa y alegría. Trabajamos para eso, para hacer el mundo y la vida en él un lugar mejor, más compasivo y justo. Respiramos a cada momento, dando cuenta de nuestra existencia y con los que hacen lo mismo cerca nuestro y bajo el mismo mundo celeste; estamos llevando las cosas hacia algún puerto. Nos queda mucha tarea para mejorar la vida de cada humano, para entendernos mejor con los otros y para vivir en una armonía mayor con seres no humanos y todo lo intangible que nos rodea. Ese desafío se renueva en estos días, se hace más urgente. Tenemos que seguir adelante y es entre todos que vamos a lograrlo. No hay una tarea más hermosa. Respiremos hondo, profundo, consciente.

Daniela Gutierrez
Gerenta General


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