Editorial 42

Una crisis es el conflictivo encuentro entre lo nuevo y lo viejo, lo que ya fue y lo que quiere ser.

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Una crisis es el conflictivo encuentro entre lo nuevo y lo viejo, lo que ya fue y lo que quiere ser.

Crisis

Este mes que está pasando la cápsula del programa TANGENCIA, que llevamos adelante junto a Fundación IDA, trata sobre “diseño y crisis”.  Ya hemos hablado y escrito sobre el diseño, ahora le toca a la crisis. Lo específico de las crisis, su advertencia y por eso la experiencia difícil u incómoda en que nos sitúan, es que la vida no cabe más en el pasado y que seremos lo que fecundemos en cada paso hacia delante. Lo que seamos capaces de hacer a partir de ese momento. En eso el diseño tiene algo de visionario; entiende que la vida material es creación y recreación: pensar y hacer “lo nuevo” da cuenta de algo que está pidiendo abrirse paso, salir a la luz, ser lo nuevo.

A veces la vida nos sacude, a veces ella misma parece sacudirse dentro nuestro; lo hace como queriendo expandirse, rebasarse; a veces desde fuera, buscando encontrar su propio espacio, queriendo entrar, queriendo respirar y ser. Lo cierto es que la especificidad de lo humano es crecer a saltos, salto a salto, combate a combate. Y como nadie es en soledad, la construcción social que armamos también se nos parece. Este fértil combate, esta manifiesta o solapada lucha con la vida, cuando se entabla, cuando estalla, se llama crisis. Cuando da fruto, cuando pasa, la lengua le ha encontrado otro nombre: fecundidad.

Es curioso como la etimología siempre remite en última instancia a la experiencia del cuerpo. Es que como lenguaje, lo que somos nos define en tanto podamos hablarnos. Así; la crisis (ese término tan recordado como `dolor` y más asimilado al parir…termina en la fecundidad que tradicionalmente se vincula a la nueva vida, a una otredad nacida) se deja atrás en la novedad, con lo nuevo que se crea.

La raíz de la palabra crisis es skribh, y sus significados dicen relación a cortar, a separar, a distinguir.

Distinguir una cosa de la otra, lo noble, de lo espurio, lo bueno de lo que no lo es. De ahí derivan a su vez las palabras acrisolar y cribar, y su sustantivo: crisol, es decir, el recipiente en el que antiguamente se ponía el metal sobre el fuego, el oro, para que el calor separe el metal precioso del metal impuro. Lo claro de lo turbio. En estos tiempos se trata de discernir, tomar decisiones, poder dejar algo por otra opción que nos haga bien, mejor.

El tiempo de crisis, podríamos decir, es el tiempo en que la dureza se resquebraja, pierde su rigidez para ablandarse otra vez arcilla, barro, disponibilidad. Tiempo en que, una vez más, todo se puede volver a modelar, todo se hace apto para la modificación, para la recreación.

Una crisis es el conflictivo encuentro entre lo nuevo y lo viejo, lo que ya fue y lo que quiere ser. El desencadenante del conflicto puede ser multiforme, pero siempre inesperado, siempre singular. Lo nuevo, lo que una crisis nos deja, no es necesariamente, y no suele serlo, del orden de lo viejo, de lo agotado. Es más bien del orden de lo nuevo, de allí su profundo vínculo con la creación.  El fruto de toda crisis, su insoslayable don, es una nueva mirada sobre lo viejo y lo nuevo.

Cada vez se nos advierte que la vida, nuestra vida y la de los demás, no cabe más en el pasado, que algo nuevo busca inaugurar una nueva medida.

Un nuevo comienzo, una altura nueva.

Ante una crisis la opción es siempre la misma que ante todo lo que no depende enteramente de nuestra voluntad: el miedo o la esperanza, el cerrarse o el abrirse.

Por eso pensamos que el vínculo entre diseño y crisis es bueno, es necesario. Nunca creemos que la mejor opción es pesimismo, sino creación, novedad, sorpresa e ilusión. Apostamos con esperanza a que cada crisis nos lleve -aun con las dificultades de atravesarla- a una instancia de vida mejor, más justa para cada persona, más vivible en comunidad.

Daniela Gutierrez


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