Editorial 21

Los últimos dos años han sido difíciles y el rastro de lo vivido ha dejado mucho roto, marcado, dañado. Ahora que podemos salir -con cuidados, con vacunas- es tiempo de reconstruir, de reparar.

Editorial 21

Los últimos dos años han sido difíciles y el rastro de lo vivido ha dejado mucho roto, marcado, dañado. Ahora que podemos salir -con cuidados, con vacunas- es tiempo de reconstruir, de reparar.
¿Y no podríamos primero bailar y después pensar? 

Samuel Beckett

 

La evocación de la idea de fiesta puede volverse fácilmente una obviedad y no ofrecer más que una definición simplista, la de una celebración gozosa, sin profundidad ni resonancia en el pensamiento. No obstante, este momento de suspensión de la vida cotidiana sí propone un sentido y tiene su propia coherencia, pues la fiesta no es necesariamente frívola o alegre, y no siempre es gratuita. Puede tener consecuencias y estar impregnada de gravedad. De hecho, posiblemente estas fiestas de fin de año hayan sido momentos de balance y en algún momento hayamos pensado en lo que ha sido vivir en pandemia casi dos años.  Lo que quizás mejor caracterice a la fiesta es la sensación de ruptura con el curso de la vida cotidiana y la percepción de que nos permite regenerar la existencia. Tomar aire, hacer una hermosa pausa.

En ese sentido, recordé la cita de Beckett. Ya bailamos. Ahora, a pensar.

 

Muchas veces escuché sin parpadear: “borrón y cuenta nueva”. Seguramente, también, lo he dicho, pero en este tiempo creo que tal cosa es realmente imposible.  Como si fuera posible, si la ficción de empezar de cero, de negar/quitar/olvidar el rastro de lo vivido tuviera alguna posibilidad dentro de la realidad y la cordura ¿Entonces?

Todo lo contrario, a la “cuenta nueva”, al grado cero, es el kintsugi. Ese arte japonés que repara con oro -una resina espolvoreada de oro- las fracturas de piezas de cerámica que se han roto. Esa técnica centenaria busca hacer de las cicatrices parte de la propia esencia de lo reconstruido, un modo de embellecer y resaltar el defecto, la falla, de revelarla sin complejos.

El próximo 27 y 28 de enero, la tradicional Noche de las ideas que Fundación Medifé organiza junto al Instituto Francés de Argentina, llevará este año como título “(Re)construir lo común”. Y por ahí viene mi reflexión de los párrafos anteriores. Los últimos dos años han sido difíciles y el rastro de lo vivido ha dejado mucho roto, marcado, dañado. Ahora que podemos salir -con cuidados, con vacunas- es tiempo de reconstruir, de reparar.

Lo vivido dejó experiencias sobre las que podemos reflexionar, para eso la NDI sale en versión federal, ya no solo en la playa como modo veraniego y festivo, sino en muchas ciudades del país. Allí, pensaremos juntxs -argentinos y franceses, intelectuales y artistas- qué es lo común, lo que nos pertenece a todxs, lo que materialmente podríamos llamar mundoambiente, y que viene siendo tan dañado y desatendido desde hace tiempo. Pero también lo común son las relaciones interpersonales, que trascienden cada yo para entrar en conversaciones con los demás: con esos que consideramos `nosotrxs´ pero también con `otrxs`. Y, aunque a veces no lo notemos, también lo común alcanza al mundo privado, a la intimidad de cada persona que viviente. Serán dos noches muy intensas, de reflexión y arte compartidos al aire libre en distintos puntos del país y del mundo (La noche de las ideas es un evento de alcance mundial), donde pondremos a jugar las opciones más creativas, inteligentes y eficaces para poder sanar, reconstruir, reparar lo dañado.

El verano recién empieza, aprovechemos este tiempo si podemos detenernos, mojarnos en alguna agüita que nos haga bien y recuperemos el impulso para sostener lo que tenemos en común, lo de todxs, lo que puede volver la vida humana en sociedad un acontecimiento con sentido y propósito. 

 

Daniela Gutierrez
Gerenta General


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