Editorial 24
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Saber hacer
Hace algunos años, Fundación Medifé invitó al país a Richard Sennett. En esos días que pasó en Buenos Aires, tuvimos ocasión de conversar mucho sobre su trabajo; sus primeros libros y los últimos, sus preocupaciones sobre aquel tiempo presente. Sennett tuvo, antes de ser ensayista y teórico, una vida como músico. Su sensibilidad estuvo entrenada -antes que nada, desde muy pequeño- en la yema de sus dedos. Esa huella es indeleble aun hoy.
Pensé en él y en particular en su libro El artesano cuando, junto al equipo de educación del Centro Cultural Kirchner, organizamos la convocatoria -que está activa en este mes- para el programa de formación Escuela de Artes y Oficios, que busca poner en valor el trabajo con oficios en la práctica artística. La propuesta es un recorrido guiado por excepcionales profesionales a través de la exploración de, `materia´, `espacio´, `texto´ y `sonido´. Probablemente en mi cabeza, al empezar a darle forma a ese recorrido formativo, la voz de un sociólogo materialista regresó en su texto sobre la artesanía. Quizás porque hoy muchas discusiones sobre la tecnología opacan el saber hacer con las manos. Ese modo del conocer que tiene un lugar relevante en la adquisición y creación de conocimiento.
Me detengo, entonces, para reflotar una palabra hermosa y significante: poiesis. En nuestra cultura occidental, tan lejanos ya los griegos que la conformaron, podríamos decir que conocemos muy bien otras dos palabras del mismo origen que la que he elegido: teoría y práxis; esta última como aplicación de la primera (vinculada a las ideas) al mundo del hacer. Pero poiesis -creación- no es una derivación de la praxis, ni siquiera de la teoría. Richard Sennett defiende que “hacer es pensar”. Defiende que se puede pensar con las manos y que se produce un aprendizaje intelectual especial a través de la repetición de una actividad. Habla del artesano como aquel que, haciendo bien su trabajo manual, se hace bien a sí mismo; crece en la experiencia y crece en el conocimiento. Y trabajo manual es para el autor, tanto el de quien hace carpintería como el que hace quien programa y también el artista.
Releyéndolo y pensando en la propuesta formativa, avanzo y entiendo que se trabajará sobre la `habilidad´, que la especificidad de un saber hacer; y la etimología me permite descubrir que la palabra tiene la misma raíz que `habitación, hábito, haber´. Es decir, un hilo imperceptible de sentido une en el lenguaje la posibilidad de hacer algo bien con la persistencia en la tarea y con un modo de vivir en ella, de hacer del quehacer el espacio donde la vida misma está presente. Por eso, todo artista es también un artesanx, alguien que trabaja la técnica sin aburrirse, que ensaya, que busca la mayor calidad en aquello que produce. De la multiplicidad de artesanxs posibles, el artista tiene además la diferencia en su originalidad, en el “qué” de lo que hace, pero este programa de formación le ofrece la posibilidad de repensar múltiples, nuevas, maneras de hacer aquello que es obra incipiente.
Otros aspectos que resalto de la propuesta de formación y vinculo al libro de Sennett es la voluntad de pensar el artista en una comunidad de pares; compartir tiempo con otrxs en el conocimiento y formación es finalmente una experiencia diferencial. Dejar el taller o el cuarto donde se trabaja en solitario, formarse con otrxs, guiados por oficiantes que tienen algo igual para dar a todxs y que, en cada quien, significará distinto. Y también en un espacio físico que es de todxs, un centro cultural.
Esas manos de artistas se vuelven, en el ejercicio cotidiano y común de perseverar en el hacer, manos de artesanos, manos inteligentes.
Quedan invitados a presentarse, a postularse a la convocatoria, a iniciar el hermoso recorrido del aprender a hacer mejor, reflexionando con otros y en común.
Daniela Gutierrez
Gerenta General