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Papeles de trabajo #7

Pensando en voz alta IV

VI Jornadas Nacionales de Salud Mental Los nombres actuales del malestar y sus abordajes 22 y 23 de septiembre 2023, Salta

Escriben Patricia Martínez José Ignacio Carraro Natalia Duarte Verónica Iedwab Osvaldo Delfabro Noelia Cilio Diana Babejuda Claudia Passalacqua Analía Leguizamón Eva Olivera Gabriela Cuomo Karina Zanini Mariel Delgado Graciela Abrevaya Jesica Rossi Iliana Brotzman Celina Feuerstein Analía Denza

COLECCIÓN LECTURAS ÉXTIMAS

Marcos Kastelic Patricia Barlaro Rubén Bustamante Norma Villella Georgina Romano Delia Ansaldi Gabriela Cioppettini Helga Rey Carlos Graiño Daniel Aksman Alejo Giordano Cecilia Tapia Rodrigo Nieto Mara Mangoni Paula Marino Liliana Mazzacano Luciana Spadini Carlos Pardo



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Papeles de trabajo #7

Pensando en voz alta IV

COLECCIÓN LECTURAS ÉXTIMAS Dirigida por Mariana Trocca


Papeles de trabajo #7: Pensando en voz alta IV Distribución gratuita

©2024, Fundación Medifé Edita Fundación Medifé Edita Lima 87, piso 8 Ciudad Autónoma de Buenos Aires (C1002) www.fundacionmedife.com.ar info@fundacionmedife.com.ar

Dirección editorial Fundación Medifé Editora Daniela Gutierrez Directora de Colección Lecturas éxtimas Lic. Mariana Trocca Equipo editorial Lorena Tenuta Catalina Pawlow Carolina Marquxz Diseño colección Estudio ZkySky Diseño interior y diagramación Silvina Simondet

Hecho el depósito que establece la ley 11.723. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo del editor.


Acerca de la colección

El nombre de esta colección incluye un neologismo inventado por Lacan (extimidad) que conlleva una paradoja: algo que sin dejar de ser exterior nombra aquello que está más próximo, lo más interior. Lo éxtimo es lo íntimo, lo más íntimo que no deja de ser extraño. Esta colección será oportunidad para lecturas que vienen de otros campos que, sin ser del psicoanálisis, guardan con él una relación de extimidad. Apostamos a lo inédito, letras de otros sin publicar. Invitamos a que otras disciplinas nos muestren sus obstáculos, sus preguntas, dejarnos llevar por el decir de otros y en su lectura adentrarnos en lo lejano para luego, al modo de la banda de Moebius, zambullirnos en lo más cercano de nuestra praxis. Es nuestro deseo volvernos un poco extranjeros a nosotros mismos y jugar con las letras de un nuevo decir para volvernos otro, por un rato. Y así, en ese juego reordenar lo propio de otra manera para finalmente recuperar el gusto de lo conocido. En la serie Papeles de trabajo se publican distinto tipo de textos producidos por integrantes de los equipos de salud mental de Medifé. Se trata tanto de trabajos presentados en jornadas y coloquios, como también de textos producidos en el interior de nuestros debates y como producto de reflexiones surgidas en reuniones de equipo. Consideramos importante poner en circulación la lectura sobre nuestro quehacer y dialogar a través de la palabra escrita, como una salida exogámica que nos confronta con otras escuchas y nos obliga a ser estrictos en la transmisión de nuestras lecturas. Mariana Trocca


Escriben:

Patricia Martínez ( San Isidro) - José Ignacio Carraro (Salta) - Natalia Duarte (Mendoza) Verónica Iedwab (Palermo) - Osvaldo Delfabro (Caballito) - Noelia Cilio (Morón) Diana Babejuda (Caballito) - Claudia Passalacqua (Pilar) - Analía Leguizamón (Quilmes) Eva Olivera (Tandil) - Gabriela Cuomo (Metropolitana) - Karina Zanini (Rosario) Mariel Delgado (Quilmes) - Graciela Abrevaya (Quilmes) - Jesica Rossi (Rosario) Iliana Brotzman (Pilar) - Celina Feuerstein (Palermo) - Analía Denza (Lomas de Zamora) Marcos Kastelic (Pilar) - Patricia Barlaro (Quilmes) - Rubén Bustamante (Mar del Plata) Norma Villella (Quilmes) - Georgina Romano (Mar del Plata) - Delia Ansaldi (Rosario) Gabriela Cioppettini (Mar del Plata) - Helga Rey (Bariloche) - Carlos Graiño (Bahía Blanca) Daniel Aksman (Lomas de Zamora) - Alejo Giordano (Lomas de Zamora) Cecilia Tapia (Lanús) - Rodrigo Nieto (San Isidro) - Mara Mangoni (Caballito) Paula Marino (Pilar) - Liliana Mazzacano (Pilar) - Luciana Spadini (Bahía Blanca) Carlos Pardo (Mar del Plata)


Nota a la presente edición:

Cada año, y como un modo de prepararnos para las Jornadas Nacionales de Salud Mental, invitamos a los diferentes profesionales que integran nuestras cartillas en todo el país, a escribir un Pensando en voz alta. Se trata de textos breves, un relato de una experiencia clínica, una idea teórica o una construcción conceptual, que nos permita ir tejiendo un hilo entre todos, una suerte de elaboración compartida que nos va acercando a lo que serán las Jornadas Nacionales. Este año la convocatoria tiene la particularidad de ser un Pensando temático, la propuesta del Comité de Dirección ha sido proponer como rúbrica general el título de las jornadas “Los nombres actuales del malestar”, y es en torno a esto que vamos elaborando cada escrito.



1. Patricia Martínez ( San Isidro) Las técnicas médicas avanzan con la ciencia que las fundamenta, desde esta perspectiva evitar cualquier dolor o malestar es un bien preciado. Prevenir y curar marcan el rumbo. ¿Cómo convivimos los analistas con este paradigma? Aceptamos que quienes nos consultan lo hacen por algún padecimiento. Lo cual por sí solo no explica nada. Cómo respondamos esa consulta es la cuestión: ¿hay que eliminar el malestar, buscar la solución, poner remedio, enmendar lo torcido, regular lo que sale de la norma? Si algo nos enseñó Freud es que al sufrimiento hay que ponerlo a hablar. Lo cual nos ubica como oyentes, en una época en la que cada vez es más habitual que se filtre lo que se escucha en términos de clasificación y categorización. Estamos en el terreno de la llamada “salud mental” y no alcanza la ausencia de malestar, es necesario vivir bien, es casi un deber gozar de la vida. Y ¿quién vive bien?, ¿quién vive exitosamente?, ¿quién marcha acorde a las expectativas de la época? Just do it, Impossible is nothing! Volvamos a Freud en El malestar de la cultura, apartado 2. Si la aspiración es a la felicidad bajo la doble forma de evitar el dolor y el displacer y por otro lado obtener intensas sensaciones placenteras, entonces, el principio de placer es el rector. Si de nuestra práctica se desprende que no vamos a eliminar el malestar que es in-eliminable por ser hablantes, si no se trata de adaptar, normatizar, anular -hasta la desaparición-, cualquier índice sintomático que al mismo tiempo singulariza. Entonces, ¿qué se espera del encuentro con un analista? El psicoanálisis es una práctica que resiste cualquier normalización, las dificultades que solemos llamar inhibiciones, síntomas, angustias no son trastornos o enfermedades por suprimir. Es Freud quién dice que la sensibilidad de la época nos empuja desde la superstición a la hipocondría. Y Jorge Jinkis afirma en El anacronismo interminable: “Al antiguo surmenage (palabra francesa) lo trataba la psiquiatría, si lo llamamos “síndrome de fatiga crónica”(traducido del inglés) lo trata la psicología cognitiva. El desplazamiento de lenguas es un índice político”.


Angustia, miedo, tristeza y dolor, los duelos, suelen atravesar distintos momentos de nuestras vidas, son inherentes a nuestra condición de hablantes y no pueden ser ordenados en términos de salud y enfermedad. Es Lacan quién sostenía en su Seminario del 10 de mayo de 1977, L´insu que sait de l´une-bevue s´aile a mourre, que “el inconsciente es la enfermedad mental”. Seminario 24 del 10 de mayo de 1977 Para terminar, solo el principio de placer puede confundir una vicisitud de la vida con lo patológico. Y pienso en voz alta, ahora con ustedes, que tal vez nuestro lugar en un sistema de salud y porque no como analistas, este en no ceder a la legitimidad de nuestra praxis ante el empuje de prácticas de consumo en salud, entiendo que es desde ahí, desde dónde podemos hacer nuestra contribución.

2. José Ignacio Carraro (Salta) PAPELES DE TRABAJO #7

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Condenados Ha finalizado la primera instancia del juicio por el homicidio de Fernando Báez Sosa, arrojando condenas para cada uno de los acusados. Condenas jurídicas, basadas en la letra de la Ley. Para el discurso jurídico existe una continuidad entre culpa y responsabilidad. Si alguien es encontrado responsable de un crimen, es culpable. Otro tipo de condena, la social, viene desde mucho antes. Una sociedad condena de manera subjetiva, sin fundamento legal, quizás sí moral. Misma lógica que el discurso jurídico. Incluso “culpables” y “responsables” son puestos en el mismo plano. Los ocho rugbiers tenían una condena antes de enero de 2020, basada en el franqueamiento irrestricto de los límites subjetivos y sociales, que les brinda tanto la sensación de impunidad como cierto delirio de grandeza. “Condena hogareña”, podríamos llamarla. Ya sea por identificación o por estructuración subjetiva, el conjunto de los hoy ya condenados (sostenido de igual manera durante todo el juicio) recorrió diferentes etapas de su vida con el avasallamiento del otro como modo de estar en el mundo. Un ejemplo claro, aunque parezca un detalle, puede observarse cuando el primero de ellos tomó la palabra


durante el juicio y ante la pregunta del fiscal respondió “...ni te gastes… no te voy a contestar...”. Clara muestra de falta de un límite, un freno. El silencio abrumador, el responsabilizar a los medios por la sentencia es, posiblemente, un detalle que muestra la ausencia de cuestionamiento, de preguntas tales como ¿qué tengo que ver yo con lo que me pasa? ¿Cuál es mi responsabilidad? El psicoanálisis nos enseña, a contrapelo del discurso jurídico o social, que culpa y responsabilidad no se corresponden. Para la responsabilidad subjetiva la culpa es preliminar, pero una no lleva necesariamente a la otra. Incluso la culpa, posiblemente abrumadora, puede dejar al sujeto por fuera de la responsabilidad subjetiva por el acto cometido. Un sujeto solo puede hacerse responsable si hace extensiva esta responsabilidad al terreno del inconsciente, no para justificarse, sino para reflexionar sobre su acto, las consecuencias que de ese acto derivan, preguntarse por el mismo. Sin preguntas, sin palabras, solo con actos de violencia, se hace imposible un cambio de posición subjetiva que dé lugar a algo nuevo, más humano. Sin precondenados subjetivamente.

3. Natalia Duarte (Mendoza) Tiempo de tips y acomodación Unos días antes del comienzo de clases, me contactan de un diario digital para dar una nota con la temática: “Tips para acomodar todo y volver a clases”. Demanda que me hizo detener y pensar en voz alta algunas cuestiones acerca del tiempo que vivimos, los niños, padres y los coletazos de la Pandemia. La primera vez que me solicitaron una entrevista periodística fue posterior al anuncio del confinamiento por Covid-19. Los niños no asistirían a la escuela; en los hogares tiempo y espacio se desdibujaron. Fue interesante, desde una mirada psicoanalítica, proponer algunos lineamientos que tenían que ver con la posibilidad de reestructuración desde el lugar donde cada sujeto y familia pudiera. Claramente no había una guía

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guntas estamos condenados a gozar eternamente de la culpabilidad,

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posible, ni pasos a seguir. Al año siguiente, ya hablábamos de burbujas, alternancias entre clases presenciales y hogar. Para los adultos predominaba el home office (trabajo remoto), reinado de la virtualidad y la inmediatez. El recuerdo del pedido de entrevista me lleva a pensar en los motivos de consulta predominantes este último año: ansiedad, ataques de pánico y estrés; nos encontramos en una época donde se nos convoca a resolver rápidamente síntomas y malestares. Parecería que hay que recuperar “lo perdido”, de forma veloz y eficaz. Hay que acomodarse, sacarse el polvo del remesón de la Pandemia y seguir. Escucho padres desbordados, demandando soluciones mágicas y con poco tiempo para la crianza. Padres que no toleran la angustia de sus niños, desorientados ante las dificultades, muchas veces propias del crecimiento. Como consecuencia, se evidencia urgencia a nivel diagnóstico, cambios de profesionales y poca continuidad en los tratamien-

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tos. Hay una demanda de alivio rápido y respuestas. Es llamativa la palabra “acomodar”; asociada a preparar, enlistar, que no falte nada para estar completos y sin angustia. Respuestas que taponan, cerrando el instante de pregunta acerca de ese síntoma, que viene a decir algo. Cito a Eric Laurent, en su libro Psicoanálisis y salud mental; “El síntoma no es en esta orientación un trastorno a eliminar en primer término y a cualquier precio sino un modo que el sujeto tiene de responder a lo más real en su vida”. Adultos avasallados por los tiempos de aceleración e inmediatez, que nos atraviesan. Sujetos con grandes dificultades para tolerar procesos terapéuticos, evolutivos y adaptativos. No hay tiempo, no hay espera. Por eso me pregunto sobre qué de estos cuadros que venimos escuchando, sobre todo en adultos, funcionan como tope, limite o alarma frente al acelere de nuestra época. Como analistas tenemos el desafío de proponer un espacio distinto, basado en otra lógica del tiempo, la del inconsciente. Sin implicar esto un desinterés por los efectos terapéuticos, ya que para Lacan no es un fin en sí mismo, sino que adviene como una consecuencia. Finalmente, esta vez no cedí ante la nota, pero funcionó como disparador para reflexionar sobre nuestra posición ética desde el psicoanálisis


en estos tiempos que nos atraviesan. Propongo seguir pensando juntos en las Jornadas.

4. Verónica Iedwab (Palermo) Diagnóstico en la infancia Tomando el malestar de nuestra época y la palabra “diagnóstico” que insiste, me pregunté por la hechura de los equipos interdisciplinarios de salud mental de Medife que tratamos de alojar, escuchar y por qué no, interrogar aquello que se da por sentado-sentido. Una de las definiciones de hechura de la RAE dice “acción y efecto de hacer”. En Lacan, su producción discursiva, se construye como un proceso y no como un acto único. Así podemos recorrer distintos momentos de su entre real-simbólico e imaginario. Esto me hizo pensar en las acciones que como equipos de salud mental promovemos, tratando de dar lugar a cierta hechura del sujeto en cuestión. Me detuve en el diagnóstico en la infancia, en función de un circuito que me llamó particularmente la atención: diagnóstico – CUD. Ocurre que desde las diferentes disciplinas que abordan un mismo caso, con viento a favor, se puede construir un criterio para la dirección de una cura. Me parece interesante destacar allí que la palabra “diagnóstico” no da cuenta de la intertextualidad que intento ubicar: ni del equipo tratante ni de ese Otro por el que el niño es hablado. Si trabajar con un sujeto requiere de esta “hechura”, me pregunto ¿cómo puede quedar reducido entonces a un diagnóstico? Escuché varias veces la referencia del diagnóstico como tapón, lo digo con mis palabras: que obstaculiza el libre discurrir de un cuerpo. Cualquier movimiento puede ser googleado para saber si pertenece a tal o cual diagnóstico. El desafío sigue siendo, desde mi lectura, nuestra posición, abstenernos de dar soluciones estándares, ya que el psicoanálisis se ocupa de posibilitar soluciones singulares de un saber hacer para cada uno con

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enseñanza que entre otras cosas tiene como efecto ese nudo borromeo

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su goce. Pienso que, para ello, el seguir apostando a la “hechura” la intertextualidad aún en sus disidencias pueda ser un camino que nos oriente. Cito a Lacan en su homenaje a Lewis Carroll “solo una vez se atraviesa una puerta de nuestra talla”.

5. Osvaldo Delfabro (Caballito) Épocas En el infinito encadenamiento generacional de la historia, llamamos época actual a ese recorte, entre pasado reciente y futuro próximo, que hacemos desde un ilusorio e incierto presente. Cada época tiene su pasado y su futuro, su propia ficción de pasado y futuro. A su vez estos

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tres momentos se van moviendo en bloque en la línea del tiempo y hoy, en estos días, en esta época, más aceleradamente. Cada época, con sus malestares, sus mandatos de goce y sus fantasías de felicidad, alberga la convivencia de tres o cuatro generaciones, siempre hay una saliendo por un extremo y una entrando por el otro. Cada pasado se va apagando lentamente en el presente que no se detiene y pasando a eso que llamamos historia o al olvido, cada generación y cada uno va pasando del puro futuro del nacimiento al puro pasado de la muerte. Los que están entrando en la época, los niños, son los que la incorporan más masivamente. Para ellos el pasado es historia. En la clínica psicoanalítica, la concreta, la de todos los días, la del analista frente a una demanda materializada en dichos y decires, es esta demanda la puerta de entrada de la época o buena parte de ella, en forma más evidente o solapada. Ese potencial sujeto al que pondremos nuestras fichas llega vestido de época actual, hablando la lengua de la época. La lengua, si está viva, siempre es de la época. En ella recalan las resultantes de las tensiones: culturales, sociales, económicas y políticas en forma de palabra, a ella llegan entre muchas cosas las terminologías hegemónicas y las nosologías. La lengua actual, en la que se expresa la demanda de algo que ayude a enfrentar el malestar en la cultura, suele expresar dicho malestar con


términos que, a los psicoanalistas, nos provocan inquietud en cuanto suelen encubrir demasiado al sujeto del inconsciente y a veces expresan directamente la resistencia a su manifestación. La forma de ex-sistencia del sujeto del inconsciente no es en el significante, no es dicha; es entre significantes y su manifestación es a través del síntoma, el síntoma es el mejor aliado del sujeto que nos interesa. El síntoma es en principio signo: la inscripción en la piedra en medio del desierto, a la espera de que alguien la lea e interprete y leer no es lo mismo que nombrar, sobre todo si ese nombrar es para acallar. Pero el síntoma no calla, resiste las nosologías, persiste en su espera. En un momento en que se presagiaba la desaparición del tango, Anibal Troilo dijo: el tango sabe esperar. No se equivocaba. El síntoma, ¡vaya si sabe esperar! El síntoma es el verdadero guardián de la ética del psicoanálisis porque es el que la demanda, podrá adormecerse por un tiempo, pero finalmente no calla, espera y exige interpretación.

Los nombres actuales del malestar. Infancias…¿respetadas? Escucho un concepto que se repite e insiste cada vez más en la cotidianeidad de nuestra sociedad, en el devenir de las escuelas y los grupos de padres: infancias trans.

Las redes sociales, dejan sus marcas, proclaman un discurso que no permite dudas, si no se adhiere a él, se queda por fuera, segregado al igual que aquel por el que se lucha para que no lo segreguen. Profesionales “psi” que se adhieren a lo “actual”, como a una foto que invalida el escenario que la construye, dejan sus marcas también. Estos profesionales validan, dan cuerpo teórico para que se hable livianamente de “infancias trans” como parte de un movimiento mayor, enmarcado en luchas genuinas, pero que pierden de vista el detalle de lo diferente con relación a la estructuración psíquica todavía por advenir de un niño en oposición a la de un adulto.

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6. Noelia Cilio (Morón)

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¿Llegará el momento que nadie levante la bandera de protección por el derecho que se le debe garantizar a un niño que lo respeten en su diferencia con un adulto? Ya lo sabemos hace mucho: un niño no es un adulto en miniatura, por más que su ropajes y moda se le parezcan. Un niño, en relación con los otros que lo nombran y le hablan, es hablado, ingresa a un mundo simbólico, en el mejor de los casos, y desde allí construye su psiquismo, que no es dado con su nacimiento y no concluye cuando el adulto tiene la necesidad que concluya. ¿Qué le exigimos a nuestros niños en la sociedad actual? Que se queden quietos (o podrían tener DDA), que aprendan (o podrían padecer retraso mental), que puedan relacionarse con sus pares (o podrían tener autismo) que elijan su sexualidad, ¿aún sin haber hecho el recorrido de los objetos pulsionales?, ¿aún sin el tiempo necesario del juego, y del armado simbólico?

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Debemos pensar en infancias libres de etiquetas, libres de estigmas que limiten y quiten el nombre propio al niño. Incluyo en esta lucha visibilizar que un niño no debe decidir, en relación con la asunción de una sexualidad, cuando, habita en él un psiquismo en movimiento y construcción y el tiempo por la asunción sexual está por advenir. La premura del adulto elimina el tiempo diferente de un niño. Al pensar, desde Lacan y la lógica temporal con la que concibe una sesión analítica, pienso en voz alta esta vez. ¿Somos capaces en nuestra clínica con niños, de detenernos lo necesario, en ese tiempo no cronológico que implica “comprender”, luego del “instante de ver” y antes del “tiempo de concluir”, o por lo menos en esa intersección? Como analistas, no exentos de las demandas actuales, tenemos responsabilidad de dar lugar, dar espacio, dar tiempo en una época que concluye demasiado rápido nominando y estableciendo respuestas certeras allí donde todavía se deben instalar y escuchar vestigios de preguntas, detalles mínimos de armado, palabras sumisas, textos aún por escribir.


7. Diana Babejuda (Caballito) ¿Qué hay en un nombre? En una primera aproximación: una palabra, letras enlazadas, como en la escritura cursiva minúscula, que vaya el desliz, siempre me gustó más que la letra de imprenta. Ahora escribo en la máquina “¿Que hay en un nombre?”, pienso: ¿un sentido?, ¿una orientación? Recuerdo una frase entre otras, en el recorrido de lectura del seminario XXIII de Jacques Lacan, El Sinthome: “un sentido es una orientación, sin embargo, una orientación no es un sentido” ¿Qué nos orienta al escuchar a quienes nos consultan con un nombre?, no el propio necesariamente. Un nombre que dice soy o es / tengo o tiene. Ser y tener. También de esos nombres que proliferan en la actualidad y que son puestos o agarrados, que a veces anclan y que la mayoría de las veces, según mi criterio, obturan. ¿Esos nombres dicen? Y si dicen ¿qué dicen? ¿nombran algo? ¿dan las personas que recibimos en nuestra práctica? Pienso que no dicen, respecto a un malestar uno por uno y subrayo uno de Uno. Me parece que esa es la cuestión. Banalidad de los universales de esos nombres con los que se nombran los malestares. Nombrados de acuerdo con los estándares (que ya conocemos) en esta actualidad que lleva ya, varios años. En otra época, se banalizaban y/o proliferaban otros nombres. Recuerdo un comentario de una escritora, a la que admiro, contándome azorada, una intervención de algunos de los presentes en una institución psicoanalítica, habiendo sido invitada a conversar sobre la escritura de su novela Muerta de hambre, donde la mayor parte del intercambio giró en torno a un supuesto diagnóstico del personaje principal: una histérica de libro. Es decir, nada de la escritura, nada de la letra de lo que la escritora sabe hacer en sus novelas, cuentos o poemas. Considero que en la práctica de un psicoanálisis hoy se hace necesario dejarse pescar en esa red (que atrapa y no enlaza), en esa red de nombres, no sin estar advertido, escapar por las hendijas muchas veces con dificultad, para no devenir pescado. Dejarse hacer y porque no con eso,

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nombre a las cosas? ¿dicen algo respecto al malestar de cada una de

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saber hacer, no retroceder ni aspirar al supuesto bienestar imperativo. Qué versión/ singular, entonces, para el malestar o el penar de más cuando lo que fija (petrifica) es un nombre, también de un diagnóstico y me sirvo de una frase de S. Toté que dice “cuando se habita el realismo puro de la palabra sin poder salir de ahí” y agrego sin-enigma.

8. Claudia Passalacqua (Pilar) ¿Terminó la Pandemia? Nos encontramos con adolescentes encerrados con sus objetos más preciados. Ávidos por encontrarse con el otro a través de la tecnología, explorando el mundo con la ayuda de un dispositivo que los deja fasci-

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nados con la imagen y limitados con la palabra. J.A. Miller, en su curso Todo el mundo es loco dice: “algo se aceleró en nuestro modo de estar y de gozar en la civilización”. En estos últimos años se pasó de crear objetos de deseo a producir objetos de goce. Objetos que tienden a taponar, tienen el valor de un objeto transicional, con el que desplazarse de un lugar a otro y de un vínculo al otro. Esto deja por fuera a la castración y aparece un modo de gozar que tiende a las adicciones, a los acting out, a los pasajes al acto. Mi pregunta como psicoanalista es ¿cómo producir una escansión con ese objeto de goce que permita dar lugar a la palabra, a ese objeto que quedó adormecido? Podemos pensar que es la angustia la que puede orientar, siendo que es ese afecto que no engaña y en cierta medida puede detener ese llamado a lo ilimitado. Es así como recibimos en el consultorio a adolescentes apáticos, pero con una angustia que los desborda y muestra un señuelo de su padecer. Pueden referir en detalle la secuencia del último videojuego o las acciones llevadas a cabo por algún youtuber, pero no se preguntan por sus propias dificultades e incertidumbres. Entonces, será en el caso por caso que se podrá introducir un límite, dar lugar a una hiancia para que el adolescente haga algo con ello y algo de su deseo emerja.


Un adolescente cuenta con especificaciones el juego del Amongus, lo va detallando en capítulos. Ante una intervención “ese juego puede dar miedo, es como para morderse las uñas”; hace alusión a “ser un impostor” que se divide entre la casa de su madre y la de su padre. A partir de ahí podrá empezar a referir su sentir ante las interminables idas y vueltas en la relación de sus padres. Intento de poner en palabras algo de su síntoma que no implique comerse las uñas hasta lastimarse.

9. Analía Leguizamón (Quilmes) De urgencias y desbordes Trabajar con personas en situación de violencia supone habitar un espacio en el que constantemente se formulan pedidos de actuar “ya”, en situaciones que, desde diferentes protocolos, son leídas en funiguales, porque responden a esos criterios que los ubican en determinadas escalas. Desde el punto de vista de los organismos que trabajan la temática, podemos advertir un afán de dar una respuesta rápida a un acontecimiento que desbordó la vida del sujeto, y en ocasiones se obtura la posibilidad de leer la singularidad. Este es un riesgo que se presenta en cada consulta y es allí que resulta indispensable estar advertido/a de tal situación. La urgencia presenta una dificultad para leer el acontecimiento, y tanto las instituciones como quien consulta responden de diferentes modos a la angustia que genera. Del lado del consultante, cuando se reequilibra el sistema familiar, cede la urgencia, posible lectura respecto de la asistencia alternada de las familias en los diferentes organismos judiciales y de salud (para continuar con el proceso legal o sostener las consultas en el servicio de Salud Mental). El verdadero desafío es que el abordaje institucional no obture, sino abra la posibilidad de que el sujeto pueda trabajar ese trauma, no quedar atrapado en la emergencia, actuando cada organismo desde su competencia.

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ción de tabular riesgos (alto-medio-bajo). Allí todas las personas son

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Para que un sujeto pueda empezar a desplegar algo más allá de la emergencia es necesario el sostén de alguien que leyó la singularidad y pudo esperar que se produzca la apuesta de quien consulta. Quien se posicione como analista para poder trabajar con la urgencia tiene que ofrecer un dispositivo donde se habilite una pausa atenta y operativa, que no supone dejar de intervenir, sino por el contario una pausa que sostiene y aloja a una persona, ofertando una escucha, en momentos críticos (lo urgente aquí es restituir derechos). La denomino de este modo porque es una pausa que supone un momento de crear las condiciones de posibilidad para pensar la problemática más allá del caso clínico, pensarlo como trama singular, apuntando a conformar una urgencia subjetiva. Una pausa que supone evitar la coagulación de sentido. Sin esta pausa, todos los casos parecen iguales. Lo que es urgente sostener, la apuesta que debe hacerse es a la posibilidad de transformar

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lo insoportable en un punto de anclaje para la producción de algo nuevo: una experiencia de tramitación.

10. Eva Olivera (Tandil) El niño y su familia frente al pedido de un tratamiento1 Comparto con Uds. la alegría que produjo en mí leer el trabajo de la fonoaudióloga Romina Mañay. Ella describe, a lo largo del texto, una posición ética en su hacer que se pregunta por el lugar del niño en el tratamiento cuando no hay un diagnóstico que marque un norte. De lo contrario, entendemos que queda inmerso en una multiplicidad de tratamientos, en una repetición al estilo del automatón, justificados en algunos casos por tener un CUD. Presentar una dificultad en la infancia que se aleje de la norma esperada para el rango de su edad, muchas veces es el motivo de un tratamiento sin que se instale allí una pregunta. Ahora bien, frente a eso se pueden aplicar diferentes terapias en un inEste PVA es extracto del trabajo que presenté en la III Jornada Provincial de Salud Mental y Consumos Problemáticos “Desafíos para la integración del sistema de salud” (UNQUI 2022). Este texto surge de la lectura del PVA Historia clínica y diagnóstico: un camino no lineal, de Romina Mañay.

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tento de corregir la desviación a la norma o preguntarse qué le sucede a ese niño por el que consultan. Arribar a un diagnóstico “certero”, podría ser traducido desde el psicoanálisis como comprender la lógica del caso y pensar la dirección de la cura en el tratamiento. Si, junto a Lacan, pensamos que la familia es la encargada de la inserción de cada nuevo individuo en el orden simbólico que rige el mundo humano, es allí donde deberemos buscar las piezas que nos permitan comprender la lógica del síntoma en el niño. Esto mismo es lo que hace la fono Mañay al pedir, en la primera consulta, que “asistan todos los familiares convivientes y/o cuidadores del menor”. Intuye que el niño se encuentra inmerso en una genealogía que lo antecede y que será la que le permita construir su lugar en el mundo. Por excelencia, la familia es el espacio donde se transitan los años de la infancia. Lenguaje familiar, significantes, que iremos descifrando junto a los padres, para comprender el lugar que ocupa el niño en la fantasía parental y permitir, a lo largo del tratamiento, que el niño tenga un Gracias Romina Mañay por compartir tu clínica y encontrarnos emparentados en la posición ética cuando tenemos por delante el tratamiento de un niño.

11. Gabriela Cuomo (Metropolitana) Pensando, con otros, en voz alta Esta ocurrencia surgida del trabajo de las colegas de Bariloche en la organización de una reciente edición de nuestras jornadas nacionales vuelve a ponerse en forma en este 2023 casi como una aventura epistolar en la que alguien lanza su texto como carta a la red, y desde allí otros se hacen destinatarios del mensaje, siguiendo entonces el hilo de una escritura, que es de cada uno y, a la vez, de lo colectivo de esta red. Me detengo en el gerundio que nos convoca: Pensando en voz alta. El gerundio es una forma verbal impersonal que indica una acción que está transcurriendo, no acabada. Me resulta una buena manera de situar el

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destino propio.

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trabajo epistémico y clínico que ya está aconteciendo hacia nuestras próximas jornadas en Salta en septiembre de este año. También voy del gerundio al infinitivo del verbo: pensar. Y desde ahí converso con el texto de Heidegger, ¿Qué significa pensar? 2 Más bien, me dejo llevar por algunas de sus ideas. Heidegger sostiene que “Lo gravísimo de nuestra época grave es que todavía no pensamos” 3. Para el autor, lo grave es, del mundo, todo lo que demanda ser pensado y, a la vez, es lo que se escapa y se sustrae al hombre (sin pre-juicio moral, puede ser lo oscuro, también lo sublime de aquello que se presenta ante nosotros). Que se sustraiga no exime al hombre de ir hacia eso, aproximarse, para indicarlo con un signo. Es por eso por lo que en el camino del pensar Heidegger apela a la palabra poética con su potencia de aproximación a lo que demanda ser pensado. Para pensar hay que interesarse por las cosas, estar mezclado con ellas,

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quedarse ahí un rato4. Sin adentrarme en la complejidad de su filosofía, sumo también la distinción que Heidegger hace entre el pensar calculador (propio de la ciencia y la técnica) y el pensar meditativo que busca penetrar en lo que es, ser tocado por lo real, más allá del cálculo racional. Varios de los PVA de este 2023 se abocan a los problemas de nuestra época signada por la prisa, y la precipitación conclusiva de los diagnósticos afines a la medicina basada en la evidencia científica. Frente a ese rasgo de este tiempo de la civilización que habitamos, prefiero hablar y practicar el diagnóstico, desde la perspectiva del psicoanálisis, más cerca del pensar meditativo heideggeriano, mezclarnos con ese asunto que llamamos sujeto, en la palestra de la transferencia, para localizar y producir algunos signos poéticos de su presencia. Para que cada caso, como decía Freud, se inscriba como sorpresa en nuestras categorías, volviéndolas permeables a la novedad y a lo que permanece en fuga, indescifrable, del sujeto cuyo malestar golpea nuestra puerta y demanda ser pensado.

2

Heidegger, M. (2005) ¿Qué significa pensar?, La Plata: Terramar Ediciones.

3

Ibid., p. 15.

4

Ibid., p. 14


12. Karina Zanini (Rosario) AC / DC (antes de la COVID / después de la COVID) Se empezó a escuchar en los pacientes: Yo, antes…. ¿antes de qué? María (58): “Con el aislamiento me di cuenta de que estaba sola, que vivía sola desde hacía casi 4 años, pero se me vino de golpe verlo”. Verónica (27): “Hace unos meses como que era 2019 y yo tenía una vida, amigos, trabajo y la carrera que estudiaba, hoy de golpe, ya es 2023. En el medio hay un pegote, un masacote espantoso. Hoy parece que sólo tengo el trabajo y todo el resto quedó atrapado en ese pegote”. Julián (16): “Con el aislamiento perdí las ganas de todo, quedé sin energía vital. Ahora volví al cole, al club, con los amigos, todas las ganas

Freud menciona en El Malestar en la Cultura las tres fuentes de sufrimiento: las fuerzas de la naturaleza, la fragilidad de nuestro propio organismo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos entre los hombres. En el mismo texto expresa que la promoción de los vínculos y su regulación son objetivos culturales. El sufrimiento vendría del vínculo, de lo forzado por la cultura de éste, conteniendo la agresividad hacia el otro, al regularlos. Esas reglas sociales sobre los vínculos los definen, los inscriben, los acotan y ordenan. Con el ASPO lo que se perdió fue la base de la regulación, lo humano. Aislamiento Social: prohibición de contacto; Preventivo: el otro, cada uno, puede dañar con respirar; Obligatorio: funciona como un para todos, pero tenía excepciones, sacrificados “esenciales”. Esas reglas que Freud encontraba, fuentes de penar, se volvieron innecesarias. Una de las consecuencias fue un quiebre, un antes y un después de un largo periodo temporal que en los tiempos subjetivos fue un instante de ruptura, un hueco que aspiró el almanaque, la libido, las ganas.

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están de nuevo. Es loco, como mágico”.

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Parece paradójico que lo que provocó el período 2020-21 fue doloroso por la falta de esa fuente de sufrimiento. La ausencia de contacto más allá de lo imaginario diluyó lo social del lazo, desenlazó, puso en evidencia cuánto se sostiene el sujeto del otro, de los otros; en qué medida es necesaria la interacción, la interrelación concreta, para que fluya la cultura, la comunidad y hasta el mismo discurrir temporal.

13. Mariel Delgado y Graciela Abrevaya (Quilmes) La angustia, hoy Como psicoanalistas nos encontramos concernidos por los síntomas actuales, intentando no descuidar la subjetividad de la época, convoca-

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dos a pensar qué respuestas ofrece la misma al malestar humano. Nuestra clínica hoy nos encuentra con sujetos que eluden o evitan la angustia. En otros casos experimentan angustias masivas, des enmarcadas, desbordadas. Se habla también de ansiedad, ataque de pánico, actos impulsivos, entre otros. Fenómenos como pasajes al acto y acting out son frecuentes de detectar en las consultas actuales. Cortes en el cuerpo, marcas que intentan y no logran acotar el malestar. ¿Qué lugar para la angustia? Bien distinto a otros discursos, como los de las neurociencias o las terapias comportamentales, la escucha analítica tiene su oferta para hacer frente a esta demanda actual. En tales discursos, tratándose de la localización biológica de tal o cual desorden o desadaptación, se ofrecerá un saber, que intentará explicar “científicamente” esa emergencia, se brindarán posibles respuestas. Estas modalidades de abordaje dirigirán sus intervenciones al yo de los consultantes, que para el psicoanálisis es el lugar de mayor desconocimiento. Desde el discurso médico y desde los mismos pacientes, inmersos en el discurso de la ciencia, se tiende o se busca apresuradamente, reducir y acallar la angustia.


En la angustia hay una dimensión de espera. Todo lo que estaba “acomodado” empieza a tambalearse, a desestabilizarse, un momento de vacilación fantasmática. Lacan resalta la incidencia del tiempo en la emergencia de la angustia. Es un corte en la vida del sujeto. Destacamos el término “pausa”, que la colega Analía Leguizamón introdujo en su texto, “una pausa que supone evitar la coagulación de sentido”. El psicoanálisis no apuntará a des angustiar, quizás en algunos casos intentará dosificar, enmarcar la angustia y, en otros, suscitarla y localizarla. No se trata, entonces, de eliminarla, sino de atravesarla. Para Lacan, la angustia es el único afecto que no engaña, señal de lo real. Hacer de ella, una angustia productiva. El discurso analítico ofrece un espacio de palabra, con una orientación diferente, su escucha, tiene como brújula lo que hay de verdadero tras los dichos, el decir del inconsciente. Creemos que es una buena oportunidad para compartir y debatir estas cuestiones. Lo venimos haciendo con otros colegas y ahora nos intereposición del analista y las maniobras posibles en cada caso.

14. Jesica Rossi (Rosario) Por la boca que convoca Por estos días, cuando el frio empieza a hacerse presente y algo del recuerdo en el cuerpo condice con la necesidad de resguardarse, es inevitable apelar a esa imagen tan habitual y extraña a la vez de lo que ha significado cubrirse con el tapaboca. Ese artilugio cuyo significante puede representar aun más de lo que ha representado para nosotros en los años donde la pandemia significó un riesgo para la vida. Asocio estas cosas con lo que vengo escuchando en palabras de un jovencito, cuyo síntoma se agudiza en condiciones de encontrarse con otrxs. Se trata de un síntoma digestivo, vinculado al gesto de compartir una comida, un helado, como él dice, una excusa para hacer algo con alguien.

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sa compartirlo en este espacio. Reflexionar acerca de la angustia, de la

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El surgimiento de este síntoma está asociado en primera instancia a un desencuentro amoroso, en el tiempo de las primeras manifestaciones del despertar sexual y el encuentro con el cuerpo del otrx. Sin embargo, no podría eludir la importancia de la boca como ese territorio que desde los orígenes de la vida nos pone a resguardo a partir de la posibilidad de apelación a Otro. Además de las cuestiones singulares que van configurando este síntoma y que constituyen el material de análisis, me permito pensar en cómo nos las arreglaremos para ordenar esas bocas que se descubren luego de haber sido tapadas, esos cuerpos que han estado sin contacto y la intensión de recuperar instancias que están en el origen de lo que hace lazo: el fuego como primera manifestación humana, el alimento, que se sucede a la necesidad y encuentra otro lugar en los rituales a partir del fogón, y el amor ese artificio mágico e ineludible. ¿Se trata

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de elementos constitutivos que están de manera imprescindible en el encuentro con el Otro y que buscan un nuevo orden, luego del silencio con el que podría asociarse al tiempo de asilamiento necesario que impuso la pandemia? ¿O simplemente estuvieron allí e irrumpen en la escena social con la fuerza de una presencia incómoda? La vida sigue pulsando y hablar nos transforma. Por el momento mi única brújula es recordar que el psicoanálisis nos enseña que la disponibilidad a la escucha es un modo de apelación al lazo. (No parece poco).

15. Iliana Brotzman (Pilar) Desapego Apegado a su metáfora de la vida líquida el pensador y sociólogo, Z. Bauman, describe en el año 2003 la fragilidad de los vínculos humanos en el mundo globalizado con la figura de un amor líquido, donde las personas se conectan y desconectan en la virtualidad de los aparatos tecnológicos y las relaciones parecen no ir más allá de un clic.


En consonancia, la terapia del Desapego invita a soltar para ser feliz; es la técnica entusiasta de la inteligencia emocional que valora la percepción consciente de los apegos innecesarios y después clic, se los expulsa. -“Me cuesta soltar; tengo que aprender a soltar”, son las mortificaciones del superyo moderno que se pueden escuchar en el consultorio. Les propongo un pensamiento más analítico del concepto: “Me parece que el desapego es la posición que conviene al analista en la medida en que su acto consiste en despegar el significado del significante, es decir, en reconducir el significante a su desnudez, adonde no se sabe lo que algo quiere decir para el otro…” J. A. Miller5. El desapego, alejado de su pregnancia de frialdad, desinterés o indiferencia, no es tanto un afecto sino el acto del analista de separar los significantes que se despliegan en la asociación libre para leer la emergencia del sujeto del inconsciente. Y porque no se sabe lo que algo quiere decir para el otro…, conviene operar desapegados del sentido común, del para todos, del entusiasmo epocal, del ideal consumidor, del comprendemos. desnudando el goce singular que la palabra guarda, conduce a la experiencia de lo inédito en un análisis: lo que estaba al principio, es nuevo al final. Eso, no se puede eliminar. Es lo que insiste detrás de los malestares actuales, los diferentes goces que fragmentan la sociedad y dificultan el lazo. Donde Bauman describe un amor líquido, el psicoanálisis lee no hay. Mientras las políticas que se rigen por el ideal científico articulado al avance tecnológico van en busca de diagnósticos y tratamientos estandarizados en pos de la salud mental, el analista desapega los significantes para ubicar lo que no tiene cura, lo imposible, lo que nunca podrá entrar en el lazo con los otros, extimidad de lo real. La política del psicoanálisis es la de un tratamiento anti totalitario, uno por uno, donde hay múltiples estilos y salidas. No se trata de soltar o expulsar lo que molesta para ser feliz, sino al revés, cada uno tendrá que asumir su responsabilidad de la posición subjetiva que ocupa frente a lo real del goce más propio, para no penar de más. 5

Miller, J.A. (2011) “Sutilezas Analíticas” en Posición del analista, Buenos Aires: Paidós.

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Preguntar, intervenir, equivocar los dichos para leer lo que nadie lee,

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En tiempos donde el discurso imperante forcluye la castración y deja de lado las cosas del amor, donde los lazos líquidos y actos segregativos son síntomas de época, un psicoanálisis bien orientado es una gran herramienta para abordar los malestares actuales. Concluyo, pensando en voz alta, que el desapego a nivel del significante es una orientación por lo real. Que el encuentro con un analista desapegado, que no comprende y por eso lee y puede consentir al punto de la diferencia, es la experiencia excepcional para la invención de un modo particular de hacer lazo satisfactoriamente. Sosteniendo la potencia del psicoanálisis que al circunscribir lo más propio, nos pone a distancia de lo segregativo consustancial al fracaso universal.

16. Celina Feuerstein (Palermo)

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Elidir el duelo En tiempos de un capitalismo feroz que pide y pide, y de imperativos superyoicos que lo encarnan. En una época en que todo se mueve y cambia de lugar y en la que oscilamos corridos por la tiranía del tiempo. En la era de las terapias neurocognitivas que enseñan comportamientos y favorecen conductas adaptativas, dejando afuera al sujeto del inconsciente. En una época en que no sorprende la transferencia con Google Supuesto Saber. ¿Qué lugar para el psicoanálisis? Época rica en tentativas de romper los mandatos patriarcales, sin duda. Pero también, como en toda crisis y en un intento de encontrar otras formas, caída en lugares comunes, banalización de las ideas, tratando quizás de aferrarse a algo en momentos en que todo vacila. En efecto, esto no es patrimonio solo de la actualidad. Las terapias cognitivo conductuales existen desde hace añares y crisis, por supuesto, hubo siempre. Así, seguimos adelante como analistas, pensando nuestra práctica del uno por uno, ahora y cada vez. Tomo expresiones que últimamente se oyen en el consultorio, cuyo sentido, en muchas ocasiones coagulado, vale la pena interrogar: “persona tóxica”, “relación tóxica”. Formas de decir que implican una cierta


ideología y subyacen seguramente a los síntomas modernos. Pareciera que hay una manera de relación ideal a alcanzar. Una cierta pureza en el horizonte de las relaciones afectivas, no contaminadas, no tóxicas. Otra que escucho a menudo es “eso no suma”. Parece que se trata de sumar y que restar no es pertinente. Ciertamente, se intenta elidir la pérdida, evitar el duelo. Releo a Liliana Cazenave en su trabajo El duelo en la época del empuje a la felicidad: ¿Qué podemos pensar del tratamiento que se da a la muerte en una época en la que impera el discurso capitalista que, como sabemos, rechaza la castración anulando lo imposible? El rechazo de la muerte es equivalente al rechazo de la castración, ya que ésta constituye el duelo estructural. Y agrega: Por otro lado, lo que resulta de esta pretendida exclusión de la muerte es en realidad la exclusión de su tratamiento discursivo, por lo cual lejos de quedar excluida, la muerte retorna de los modos más salvajes. Es con ese real que retorna que tendremos que hacer en la clínica. Elijo Al abrir los ojos da a lo que contempla el reconocimiento que ninguna mirada le había otorgado. Se convierte en palabra. Estremeciéndose, toma vuelo.

17. Analía Denza (Lomas de Zamora) Un mundo postpandemia Habitamos un mundo postpandémico, con dispositivos y máquinas que nos hablan, pantallas siempre encendidas, vivimos en la era de la inteligencia artificial. Ahora bien, ¿Qué podemos esperar de un artefacto, una inteligencia que atienda la subjetividad humana y su sufrimiento? Una adolescente se retira irascible del consultorio de la analista, le cuestiona no saberse “las canciones de Taylor Swift de memoria” y se despide diciéndole “te odio”. Luego la analista le envía por celular ciertos detalles sobre una de las canciones y vestimenta de la mencionada estrella del pop juvenil. Durante los próximos encuentros la adolescente

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para terminar los últimos versos de un poema de Denise Levertov:

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comienza a hablar de la moda, de su imagen, de cómo vivencia su cuerpo y se pregunta acerca de sí misma ¿Quién soy? Los adolescentes de esta época se presentan a la consulta inhibidos, dispersos, algunos manifiestan sensación de vacío, de falta de proyectos, con dificultades en el lazo social. Por otro lado, también intervenimos en los pasajes al acto y sintomatologías ligadas a la impulsividad. Sólo el sujeto humano le da sentimiento a la existencia y se da una identidad del ser. Escuchamos nuevas formas de presentaciones sintomáticas y es a partir de la intervención analítica que se pueden producir efectos de verdad en la estructura psíquica del sujeto. El psicoanálisis apuesta al rescate del Sujeto, considera la valoración de su angustia. Es mediante la transferencia que el Sujeto puede dar cuenta de la manifestación de su deseo y de la inscripción de su goce. La Inteligencia Artificial coincide con la lógica de que todo es po-

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sible a la hora de tener respuestas, a diferencia de un analista que acompaña al sujeto en sus preguntas, demoras, detenciones. El Sujeto sabe que de la experiencia analítica no se llevará ni obtendrá todas las respuestas a todas sus preguntas, pero se compromete a transitar el recorrido por aquello que lo constituye, en compañía del analista que está disponible con su presencia, su escucha y le posibilita un nuevo lazo al Otro.

18. Marcos Kastelic (Pilar) ¿Eso es lo que yo deseo? “Deseo herramientas para salir de este malestar”, “¿No tenés acaso una medicación para no experimentar este dolor o no caer en depresión?” Son algunas de las frases expresadas que, como opciones de un catálogo, se deslizan en las paredes del consultorio de un psicólogo o psicoanalista. La ansiedad, con sus espasmos traducidos en gritos corporales, se ha convertido en una suerte de vedette principal en la marquesina del alma. Sudoraciones, palpitaciones, problemas para dormir y comer, atisbos de lo antedicho ¿Se quieren soluciones rápidas, o acaso puede


pensarse en la reflexión ante el mal trago que supone afrontar decisiones, pérdidas, existir? Una sociedad actual que impresiona disfrutar de exhibirse en redes sociales, pero también un bombardeo de consejos profesionales de variantes del vivir, están disponibles en un solo clic. Sin embargo, a pesar de la conexión masiva en la que estamos sumergidos, la soledad, el dolor psíquico y la angustia siguen paradójicamente emergiendo de tanta inmediatez, y ofertas de signos, horóscopos y constelaciones familiares. El universo concede oportunidades si uno las pide con toda su voluntad. Si acaso la luna está en capricornio, ese día se es de cierto modo. El malestar es inherente a la vida. Esto no supone que una persona se sienta mal todo el tiempo o padezca de más, no. Supone que se pueda empezar a impulsar un pensar meditativo sobre qué camino se posiciona y emplaza frente al padecimiento. Podemos acaso no pensar y actuar en nuestra cotidianeidad, refugiándonos en la televisión abierta, redundancia, la vida. Una vida que, para el psicoanalista, no es color de rosa precisamente. Además, que somos parte de esas curas, y que también somos parte del inconsciente. Inconsciente que, aun hoy, pareciera cuestión de creencia, un espíritu santo que vivifica restos de palabras. El analizante en el mejor de los casos no es el único que abona la cuota de sus espacios terapéuticos, sino que, además, el analista paga con sus palabras, imagen y juicio íntimo. Como nuestra ética está entramada singularmente con cada uno de los casos, nuestro proceder es fundamental en la emergencia del sujeto en un más allá del saber del Otro. Es decir, ir un más allá de ese yo-soy, peligroso en cualquier lengua del mundo al decir del psicoanalista británico Winnicott, hacia un más acá del deseo que lo habita, y no es precisamente la expresión de su voluntad. La ignorancia es una pasión, la pasión ahuyenta la verdad, que tiene destreza suficiente para huir de sus márgenes. Que las cosas sean de una manera, no significa que no puedan ir modificándose, transformándose en otra cosa. En ese margen o paréntesis que supone lo ya dado y lo por venir, resulta funda-mental poder ser re-verso del uni-verso.

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o podemos también afrontar temáticas que son vitales para, valga la

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19. Patricia Barlaro (Quilmes) Poesía y deseo del analista La gran poeta y traductora argentina, Diana Bellesi, dedica su libro Contéstame, baila mi danza a la traducción de seis poetas norteamericanas. En el prólogo plantea el entrecruzamiento del hecho de escribir y traducir poesía, y dice: “La traducción se lleva a cabo en un lento proceso, pesando la masa sonora de un habla, originada en otra lengua que no es la materna. Exige también dar cauce a pensamientos de una voz ajena (…) A su vez, quien escribe reconoce en su propia escritura una voz propia y a la vez lejana. Tanto la traducción como la creación poética, es una meditación sobre la lengua”. A este meditar sobre la lengua la poeta lo nombra carnalidad sonora

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que posa en el silencio. Esta frase me impactó por su valor clínico, porque entiendo que señala una juntura que al mismo tiempo es disyunta y marca dos territorios: ¿es de la carne o es del significante? En Lituraterre Lacan habla de litoral entre goce y significante, borde móvil o letra a ser leída. Si la apuesta de un analista es leer algún precipitado de goce que el significante transporta en una cadena simbólica, armando una escena imaginaria, esa lectura traduce un goce que es opaco por estructura para el sujeto. Pero esa operación de lectura y escritura no es sin la transferencia, por eso pienso que “nombrar” no significa “etiquetar”. Cuando escuchamos un paciente, lo que insiste es lo simbólico, pero ¿cómo nos orientamos? Tenemos que marcar lo real con nuestra intervención. Mientras leía el prólogo, pensé en el título de nuestras Jornadas: Los nombres actuales del malestar. Nombrar es un modo de traducir, de pasar a una lengua algo que está en ese borde que habla solo; y que a veces un psicoanalista, con su escucha libre y atenta, logra captar una pizca de esa voz inaudible y producir un trazo.


Para finalizar un extracto del poema El arte de narrar, de Juan José Saer, Cada uno crea De las astillas que recibe La lengua a su manera Con las reglas de su pasión

20. Rubén Bustamante (Mar del Plata) Crimen y responsabilidad Retomo la reflexión que hace el colega de Salta, José Ignacio Carraro, más arriba. Hace años atendí a una mujer en un Centro de Salud. Su pedido fue iniciar un tratamiento por mandato judicial debido a haber matado a un como “Homicidio”, luego recaratulada por “Emoción violenta”. Esta mujer fue considerada inimputable. “No soy culpable por no haber estado consciente. Hice muchos esfuerzos para que la cosa se esfumara. Me cuesta recordar. Opté por un mal camino(…)Surgió el mal momento con la persona inadecuada(…)Los encontré juntos y ella desnuda se cubrió atrás de él; fue el fin del mundo(…)Ahora pienso que era un gran simulador”. El “gran simulador” recibió una puñalada en el pecho cuando fue sorprendido con otra mujer. Destaco dos cuestiones: La primera, “imputabilidad” significa “responsabilidad moral”; “responsabilidad” implica libertad y también, habilidad, deber de responder por los propios actos. Pero ¿ante quién responde el sujeto por sus actos? En principio responde ante el Otro, ante la cultura cuyo fundamento es la Ley. También ante la legalidad del Estado, ante la Justicia; la acción deviene moral por la inscripción del sujeto en esa legalidad. En 1950, Lacan escribe: “Toda sociedad, manifiesta una relación entre el crimen y la ley a través de castigos cuya realización, sea cual fueren sus modos,

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hombre. Estaba excarcelada bajo caución juratoria. La causa, caratulada

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exigen un asentimiento subjetivo, necesario para la significación misma del castigo”.6 Segunda cuestión, “asentimiento subjetivo” remite a la responsabilidad en tanto su relación con la ética, dimensión que excede la acción moral. El ‘mal momento’ que refiere la mujer, coincide con un aumento de tensión pulsional. Pasaje al acto. El pasaje al acto es una caída y ruptura de la escena en la cual el sujeto encarna al objeto de la falta que agujerea o hace desaparecer al Otro. El psicoanálisis resuelve un dilema de la teoría criminológica, al irrealizar el crimen no deshumaniza al criminal.7 La experiencia analítica posibilita irrealizar, abordar el crimen por su determinación fantasmática, y en un doble movimiento, permite al sujeto humanizarse, recuperar su posición de sujeto responsable. Será la ocasión para ese sujeto, de responder por lo que dice y hace. Algo que

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atañe a la ética, a la relación del sujeto a su soledad, a su deseo, en términos de una verdad puesta en juego en la dimensión de su acto. Más que preguntarse por su implicación y la verdad de su acto, la paciente, después de un tiempo de entrevistas, pide concluir y solicita el informe para presentar al Juez. Habla que siente un movimiento sísmico afectuoso, alegría por una nueva amistad con un hombre con quien parece entenderse; habla de misericordia. Misericordia8, tiene al menos dos acepciones; la primera como “virtud que nos inclina a ser compasivos y clementes” y la segunda, “puñal usado en los tiempos medievales para dar el golpe de gracia al enemigo”.

Lacan, J. (1988) “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología” en Escritos I, Buenos Aires: Siglo XXI. p.118. 6

7

Ídem, punto 3, p. 127.

8

Del lat. misericordia. Diccionario de la Real Academia Española. Edición Tricentenario.


21. Norma Villella (Quilmes) ¿Un nombre para el analista hoy? El discurso dominante de hoy es de un orden mercantilista, favorece la pulsión sin medida. ¿Podríamos pensar que como consecuencia se da de bruces con aquello que llamamos “saber del inconsciente”? Miller9 para dar cuenta de ese rebote nombra al hombre de hoy como cuantificado. Nos preguntamos ¿qué novedad puede añadir el psicoanálisis para que el sujeto no quede bajo el dominio de la contabilidad y las estadísticas? El analista que golpea en la civilización es aquel que da un giro como analista síntoma. O, como lo denomina Laurent10 como analista ciudadano. En cada lugar que ejerce su práctica no pierde oportunidad para complicar ese goce que invisibiliza lo humano, adjetivado “analista síntoma ciudadano”. Es el analista que resalta el síntoma de cada uno, ¿Analista ciudadano? Caracterizado por su espíritu práctico y por su eficacia, concentra en su posición un modo de regulación de los lazos en la ciudad. Y si vinculamos los alcances de lo nombrado analista síntoma y ciudadano. Aliados en la persona del analista con la formación psicoanalítica en acción y como efecto su versatilidad, pondrá en marcha el inconsciente que es la causa del psicoanálisis. En la época actual hay un déficit de la estructura y por consecuencia una gran debilidad para formular una demanda al otro como semejante. Desde esta perspectiva, el analista síntoma ciudadano que opera en las instituciones es permeable añadiendo nuevos modos de elaboración de su práctica. Por ejemplo, en lo jurídico, el analista que interviene en los lazos paternos filiales. También cuando actúa en las problemáticas parentales judicializadas, donde los padres e hijos quedan dominados por la falta de simbólico para regular los lugares.

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Miller, J.A. (2013) Todo el mundo es loco, Buenos Aires: Paidós.

Laurent, E. (1997) “El analista Ciudadano” en Psicoanálisis y Salud mental, Buenos Aires: Tres Haches, pp.113/116

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manera de devolver al ser humano una existencia más digna y vivible.

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Para concluir, la ciudad en términos freudianos es la civilización. Freud consideraba que la historia de la civilización era una exposición de los caminos que emprendieron los hombres para dominar sus deseos insatisfechos, según exigencias impuestas por la realidad y las modificaciones en ella introducidas por los progresos técnicos11. Freud entendía que las relaciones y exigencias sociales participaban en la producción de las enfermedades de la mentalidad de su época. La impronta de la herencia freudiana es que el psicoanálisis debe incidir activamente en las civilizaciones subvirtiendo el discurso dominante. Y hoy psicoanalistas y psicoanálisis son llamados a intervenir para que despierte lo viviente del ser. Y que lo humano no quede bajo el imperativo de un cálculo o denominación.

Bibliografía

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Miller, J.A (1998) El Hueso de un Análisis, Buenos Aires: Tres Haches. Lacan, J. (1976) Seminario Aún, Buenos Aires: Paidós, pp. 10-12. Miller, J.A (1997/98) El partenaire síntoma, Buenos Aires: Paidós.

22. Georgina Romano (Mar del Plata) ¿Qué silencio para el analista? Suele pensarse el silencio como opuesto al hablar. Quizás entre el silencio y el hablar -dice Anna Kazumi Stanhl- haya una relación de complementariedad.12 El silencio no es estar callado. Los postfreudianos entendieron la neutralidad del analista como el analista callado. El pensar que toda palabra se convertiría en demanda los llevó muchas veces a dejar de interpretar. Pero el deseo del analista, el no intervenir desde el propio fantasma, no es equivalente a no hablar.

Freud, S. (1976) “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica” (1919 [1918] ) en Obras Completas, tomo XVII, Buenos Aires: Amorrortu. 11

12 Kazumi Stanhl, A. “Las palabras y el silencio”. Charla TEDxRiodelaPlata. https://www.youtube.com/watch?v=hO5BkQrLT_U


Lacan, pensando la dirección de la cura se preguntó: “¿A qué silencio debe obligarse (…) el analista para sacar por encima de ese pantano el dedo levantado del San Juan de Leonardo, para que la interpretación recobre el horizonte deshabitado del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva?”.13 Una interpretación que no se expresa con enunciados. Lo que el analista debe callar entonces son sus propios significantes, su subjetividad. Como analistas no podemos dar nuestro parecer, no damos sentido ni explicamos cuando interpretamos. Porque si no silenciamos nuestro propio fantasma entonces el análisis puede convertirse en sugestión. El analista debe silenciar todo lo que tiene que ver con su persona. Sólo así emerge el sujeto dividido en la experiencia del análisis. Sólo así sabemos que estamos dirigiendo la cura y no la vida de nuestros pacientes. Los analistas con el silencio podemos crear un vacío a partir del cual el sujeto cree algo propio, singular. El silencio es entonces necesario, ese silencio en torno al cual nuestros analizantes podrán ir escribiendo

23. Delia Ansaldi (Rosario) Una puerta sin construir Llama a la filial una señora muy enojada, para denunciar que su hija concurrió al turno con la psicóloga a las 13 horas y no fue atendida. Reclama que su hija se movilizó inútilmente y que no le dieron un nuevo turno porque las empleadas no manejan la agenda, ¡cómo puede ser! Revisando, el turno era a las 16 horas, nadie recuerda haberla atendido, ¡y la hija en cuestión tiene 24 años! A las 16 llega S. a la entrevista de orientación (no menciona la llamada), se muestra muy expresiva, parece saber qué le ocurre y por qué consulta, habla de la relación con su novio, y de las preocupaciones que -a veces- la angustian, sobre todo cuando está cada vez más cerca el proLacan, J. (2013) “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos 2, Buenos Aires: Siglo XXI.

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esas palabras imposibles de decir.

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yecto que tienen de ir a vivir a otro país. Se está por recibir, y dice sentir mucho miedo al futuro, y que ese sentimiento la está frenando en los estudios. Al finalizar me dice: “mi mamá me dijo que le diga, pero no sé, es más para el médico, que cuando estoy muy nerviosa me salen ampollas en la boca y en el cuero cabelludo, me rasco y me lastimo”. Le comento el llamado de la madre, si estaba al tanto, a lo que responde: “¡no me digas que llamó acá! ¡mi mamá siempre hace lío! la llamé para decirle que la ginecóloga me suspendió el turno y ella entendió todo mal”. Esta viñeta ilustra el perfil de ciertos sujetos que vienen a buscar tratamiento, relatos donde el protagonista de los hechos no siempre responde por sus actos. Tienen dificultades para hacerse cargo de su experiencia, una experiencia que se muestra fragmentada y donde muchas veces no aparece la capacidad de interrogarse. No hay hilo capaz de ligadura y la dificultad para tejer la trama psíquica pone en evidencia

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la fragilidad de un mundo simbólico que tiende a la desinvestidura del pensamiento y de la palabra. Palabra que, muchas veces, es usada de modo evacuativo, palabras-descarga, sin cualidad metafórica. La violencia y el abuso de poder, y como consecuencia, la impunidad, se han ido naturalizando como formas de expresión, cada vez con más protagonismo en los lazos sociales, que, al modo de un cortocircuito, descargan el malestar o la disconformidad y proveen de una satisfacción pulsional inmediata, sin demoras ni esperas. Las descargas por implosiones en el cuerpo o las descargas por la acción se hacen mensajes de un dolor que no pudo acceder a la categoría de sufrimiento psíquico. El proyecto con su novio posiciona a S. en el lugar de una salida exogámica ¿o replicará el vínculo de la dependencia materna? En transferencia, se iniciará un camino de búsquedas, construcción de una trama de lo propio que conlleva al desprendimientos de los mandatos parentales, potencial trabajo de subjetivación, aún no logrado, que le permita desanudar las imposiciones a las que permanece sujeta, y que la deja a merced de un avasallamiento que no se puede conocer ni tramitar, y ese proceso de separación también implicará al cuerpo. La indiscriminación y la anticipación en los tiempos iniciales del vínculo, necesarios para la constitución subjetiva deberá devenir renuncia desde los adultos significativos.


Cuando las barreras represivas son frágiles, no será suficiente la interdicción y no habrá bordes que separen, ni límites posibles, por tanto, el otro y la alteridad se borran. Excesos y déficit, cara y contracara de una misma moneda. Por supuesto, la señora nunca llamó para disculparse por su exabrupto.

24. Gabriela Cioppettini (Mar del Plata) Principio de partida doble Hace unas semanas me detuve a mirar (o admirar) la obra artística elegida para nuestras Jornadas me interrogó el porqué de su elección. Hallé algunas entrevistas realizadas a su autor Federico Kirschbaum -recorto solo algunos fragmentos-, donde relata sus inicios en el arte: siendo administrador de empresas, estaba transitando una especie de cer un cuadro para su casa, luego hizo otros, y siguió porque le quedó el deseo de hacerlo. Pintó los papeles, los desarmó y armó obras nuevas con ese papel. Es la resignificación de la misma obra y es un poco lo que hacemos con la vida de cada uno. La ruptura del papel genera algo de belleza, es un paralelismo a la vida. “Un día, mientras trasladaba las obras de la muestra hecha en papel, me di cuenta de que estaba nuevamente llevando papeles, pero desde otro lugar, que había reinventado en un punto lo que hice durante mucho tiempo”. La obra representa la combinación de ambas disciplinas, el “Principio de partida doble” en el ámbito contable es el principio básico de la contabilidad (que toda operación nueva se debe registrar doblemente) por eso eligió ese nombre, casi como un guiño a su historia. “En esta muestra, lo que está roto es lo más importante, es como una ventana que me permite ver la luz … resignificar mis heridas”. Pensé: ¿habla un artista o un psicoanalista? Me recordó el enlace íntimo entre arte y psicoanálisis, y qué oportuna la elección de la obra para estas Jornadas, que no son una más en la serie, sino las primeras “post pandemia”.

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crisis personal y se le ocurrió anotarse en un taller de pintura para ha-

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Por esos días, llegó a entrevista de orientación una joven que estudia y trabaja en el área de diseño. Pide derivación a psicología; “porque tengo un padre maltratador, física y psicológicamente. En la pandemia se agravó, antes estudiaba en una técnica y estaba todo el día en la escuela, pero en la pandemia todos ahí, en casa”. Entonces con su trabajo comenzó a construirse su casa, en el mismo terreno, pero en frente; “la voy haciendo de a poco, la diseño a mi gusto”, prácticamente vive ahí. Tuvo que volver unos días con su familia porque se operó la nariz y era necesario estar acompañada. Esperaba que el padre le pague la operación, le parecía justo porque él se la fracturó de un golpe en su infancia, pero decidió no seguir esperando: por ahí tenía que esperar toda la vida. ¿Por qué busca “ahora” la consulta? Dice: “porque quiero encaminar mi vida, no solamente irme de ahí, quiero tratar todo esto; para trabajar,

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tener una pareja y vivir bien… y con la operación arreglé el tabique, pero las otras heridas… esas, las tengo”. Me conmovió esta piba, con sus cortos veintidós, que no se conforma con “evitar el dolor” (uno de los intentos del hombre para hallar la felicidad, según nos dice Freud en El Malestar de la cultura), sino que en algún lugar sabe que sus marcas requerirán otro trabajo, otra inscripción. Nos vamos encontrando con lo que nos dejó la pandemia y también con la pandemia de cada uno.

25. Helga Rey (Bariloche) De repeticiones y sorpresas En la recta hacia el arroyo Casa de Piedra -Bariloche- íbamos los tres trotando sobre la nieve, Aku -mi perro-, Vero y yo. El paisaje de pinos nevados y el silencio, nos encontró profundamente sumidas en una realidad paralela: nuestra práctica, nuestra ética y la brújula de la teoría ¡todo un sueño! Mientras corríamos, dedicamos un poco más de una hora a nuestros trabajos rumbo a las Jornadas de Salta. Dimos vueltas por el tiempo


subjetivo, la virtualidad, por qué la atención remota, aquello que no se puede diagnosticar, la subjetividad de la época, el malestar. De repente Aku se resbala en el hielo, nos toma por sorpresa, irrumpe en la continuidad de nuestros pasos y comenzamos a reír ¡fue tan divertido verlo! En ese momento recuerdo, pienso en voz alta y le digo a Vero, mi querida amiga: “automatom y tychè, Seminario 11. Lo escuché retomar hoy a la mañana a Miller. Automaton ...automatismo…compulsión a la repetición”14, “(...)se trata de la red de significantes15 (…) Tychè (…) la hemos traducido como el encuentro con lo real…detrás del automatom”16 En acto puedo pensar que, en la repetición del ritmo sostenido, donde cada pisada deja su huella, un tropiezo, un resbalón nos sorprende “... con ese tropiezo, con ese traspié…es por excelencia el modo de aprehensión que entraña el nuevo desciframiento”17; un tropiezo que nos saca de la concentración del significante y desemboca en un encuentro. Rumbo a las Jornadas pienso que ese malestar, que sigue siendo de la traumático que se repite.

26. Carlos Graiño (Bahía Blanca) Lacan en su Seminario Problemas cruciales para el psicoanálisis, en la sesión del 10 de marzo de 1965, comentaba que el lugar del analista es el lugar de resonancia de la palabra del sujeto. Y en relación con este lugar de resonancia en su Seminario Ou pire. El saber del psicoanalista -Charlas en Ste. Anne-, habrá de señalar en la sesión del 6 de enero de 1972 lo siguiente: “(...)Esto no tiene nada que ver ni con el sentido ni con la razón. La cuestión a la orden del día es que la razón tiene que ver con aquello a lo cual, en fin, debo decir, muchos se inclinan a reducirla: a la réson. Escriban: R.E.S.O.N. Lacan, J. (2007) “Tyché y automatón” en Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires: Paidós, p.76. 14

15

Idem, p.60.

16

Idem, p.62.

17

Idem, p.63.

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época, es aquello que vuelve una y otra vez, como primer encuentro

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Escriban, denme el gusto. Es una ortografía de Francis Ponge quien; siendo poeta y, siendo lo que es, un gran poeta, no debemos dejar de tomar en cuenta lo que nos cuenta. No es el único. Es una cuestión muy grave, que no vi seriamente formulada, fuera de este poeta, más que al nivel de los matemáticos, es a saber, que la razón, de la que nos contentaremos por ahora con captar que parte del aparato gramatical, tiene que vérselas con algo que se impondría –no quiero decir, como “intuitivo”, ya que sería recaer en la pendiente de la intuición, es decir de algo visual- pero con algo justamente resonante”. Más adelante en la misma sesión va a decir, que hay algo más allá, al que -después de todo-, no hacen más que rendir homenaje todas las referencias intuitivas de las que se creyó poder purificar esta matemática y que busca más allá a qué réson, R.E.S.O.N., recurrir para aquello de lo que se trata, a saber, de lo real.

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Pensando en voz alta, he retomado esta cita para indicar que intentar ese encuentro con lo real, matizado por la creatividad, no está orientado por la intuición, sino que, en la lectura atenta de la palabra, se juega ese lugar de resonancia que apuntaba en la referencia anterior. Darle lugar a la palabra en este espacio de producción que nos anticipa, hace precipitar los significantes que resonarán, dando cuenta del malestar y sus abordajes. Palabras que dan testimonio en cada presentación, que el analista ha transitado por la experiencia de análisis, experiencia que le permite escuchar los ecos de su propia palabra, para poder ocupar el lugar de resonancia de la palabra del otro. Sólo ocupando el lugar de resonancia de la palabra del otro, es que se puede producir un encuentro que ya nos invita y desafía a un fructífero intercambio, en nuestra Salta querida.

27. Daniel Aksman (Lomas de Zamora) Intensa demanda Reflexionando acerca de la intensa demanda de tratamiento que acontece actualmente, recordé un viejo texto de Lacan de 1966, que me marcó en mis comienzos, por los vaticinios que él ya vislumbraba y por


el modo en que se dirigía a sus colegas los médicos. Ahí Lacan diagnosticaba cómo frente a la aceleración de la ciencia y su industria, quedaba afectada la posición tradicional del médico, posición que la historia le asignaba como lugar de prestigio y de autoridad. Lacan, que era médico psiquiatra, se preguntaba cómo podría sobrevivir esa autoridad frente a los requerimientos sociales inducidos por la ciencia (era la época en que solo los médicos podían ejercer el psicoanálisis, los psicólogos pudimos practicarlo muchos años después y gracias a los desarrollos de Lacan. Y la respuesta fue categórica: “es en el registro del modo de respuesta a la demanda del enfermo donde está la posibilidad de supervivencia de la posición propiamente médica”. Los médicos lo saben muy bien, pero es algo que olvidan y Lacan lo introduce a propósito del psicoanálisis. Dice que cuando el paciente nos es remitido, sabemos que su demanda de curación es totalmente diferente a su deseo de ser autentificado como enfermo, es decir que a veces viene a que lo preservemos en su dad. Muchos se refugian en el sufrimiento y la enfermedad. Cito: “cuando cualquiera…nos pide algo, esto no es para nada idéntico, e incluso a veces es diametralmente opuesto, a aquello que se desea”. Esta fue la originalidad de la posición de Lacan; la de situar para todos aquellos que recibimos pedidos de curación o de terapéutica, esa dimensión de la demanda, como algo totalmente diferente a la del deseo. ¿Necesitamos evocar acaso todas esas situaciones donde ante los variados pedidos que nos llegan, la sola mención de una indicación diferente genera las respuestas más negativas y a veces hasta con cierta carga de tensión y agresividad? Los problemas que se nos presentan no van a encontrar una salida si no incluimos lo que la ciencia deja de lado en la relación del sujeto con su cuerpo: la dimensión del goce. Porque el cuerpo está hecho para gozar, y hasta para gozar de sí mismo, dimensión que ha quedado excluida de la cuantificación científica y del registro de la estadística y de la técnica. Esta dimensión tal vez nos sugiera algo del fenómeno actual de la ingente demanda, dado que el goce, en su deriva actual, no encuentra ni amarra ni inscripción.

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sufrimiento, porque se encuentra muy bien instalado en su enferme-

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Para concluir por ahora, el texto al que me refiero, Psicoanálisis y Medicina18, concluye así: “Si el médico debe seguir siendo algo, que ya no podría ser la herencia de su antigua función que era una función sagrada, es para mí, continuar y mantener en su vida propia el descubrimiento de Freud. Siempre me consideré como misionero del médico: la función del médico como la del sacerdote no se limita al tiempo que uno se dedica a ella”. Continuará.

28. Alejo Giordano (Lomas de Zamora) El suicidio del psicoanálisis

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Muchas personas nos consultan por sus síntomas orgánicos luego de haber visitado varios especialistas del campo de la medicina. Es posible mencionar consultas que van desde palpitaciones, sudores y vértigo, hasta “el cuerpo me pide algo dulce”. En un caso que atendí recientemente, los padres se presentaron a la consulta diciendo que su hijo tenía instintos antisociales y agresivos, y que era así desde pequeño, que los tuvo desde siempre. Resulta muy difícil pensar que algo que alguien trae desde que nació también pueda ser cultural o incorporado a través del lenguaje, incluso antes del nacimiento. Pero es necesario pensarlo. Es salir de un paradigma y entrar en otro. El dilema en relación con la biologización del psicoanálisis es que la reducción del psicoanálisis al cuerpo (genes, neuronas y procesos químicos), representa la entrega de nuestro campo de trabajo a las neurociencias, las cuales fueron ocupando el terreno de la concepción, diagnóstico y tratamiento de las problemáticas subjetivas. ¿Estamos dirigidos por el cuerpo y el lenguaje es impotente frente a él? Los cuerpos se someten a las leyes del significante. Se ve en pacientes que tienen una concepción del cuerpo que va en contra de la mirada de la medicina porque están regidos por la “idea” que tienen del cuerpo. Lacan, J. (1985) “Psicoanálisis y Medicina”, en Intervenciones y Textos, Buenos Aires: Ediciones Manantial.

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Como una parálisis del brazo, pero moviendo los dedos. Algo imposible anatómicamente. Y podemos comprobar que el cuerpo está en el mundo imaginario por la alienación yoica especular a la imagen del semejante. Esto quiere decir, que el niño nace con una prematuración, una descoordinación de su cuerpo (como no lo hacen algunos animales, que nacen y caminan) y que el niño empieza a coordinar su cuerpo a partir de la imagen del otro. Celebra con alegría su imagen frente al espejo, cuando ve que él también tiene un cuerpo como el que tiene otro niño. Se está alienado, capturado, por la imagen del cuerpo del otro. Pero a la vez, el ser hablante está capturado por la imagen de su propio cuerpo, en un engaño que crea falsa identidad propia. Es decir, en relación con su propio cuerpo experimenta la idea de que se es ese cuerpo. Cuando en realidad no se es un cuerpo, se tiene un cuerpo (al que se lo ve flaco, gordo, alto, bajo a partir de la palabra del otro y del lenguaje). Usualmente se cree que si hay un sufrimiento tiene que estar en el cuerpo. Pero, si no es en el cuerpo, ¿dónde estaría entonces la fuente de caries o de otitis, sino de un dolor tan grande, para el cual no hay analgésico, como lo es el sentimiento de culpa. Es que un sufrimiento, perfectamente puede ser producto de las ideas y no corporal. Lacan traduce al wiederholungszwang freudiano, la compulsión a la repetición, automatismo de repetición. Convierte a la compulsión, (que es un impulso, fuerza, empuje o deseo intenso de hacer una cosa que, para Freud, brota desde adentro del cuerpo) en un automático; que tiene una lógica de repetición significante. Y con ello se desembaraza del cuerpo dando cuenta del lenguaje como el aparato simbólico hegemónico que gobierna nuestras vidas. La existencia de actos repetitivos se explica por el retorno del significante. Lo que se repite una y otra vez es el significante, ocasionando el sufrimiento. Para poder cortar con el síntoma se trataría de reestructurar las relaciones de esos elementos significantes en juego. Conclusión: Es falso que estemos regidos por energías biológicas que nos dominan. Son los aparatos simbólicos quienes comandan el cuerpo y las ideas, y es la repetición significante el origen del sufrimiento del ser parlante. La idea de que somos sirvientes involuntarios de nuestras predisposiciones animales es una ilusión, originada en la cultura.

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del sufrimiento humano en lo que al psicoanálisis respecta? No hablo

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Claudicar en lo innovador del psicoanálisis, solo puede implicar que le depare un futuro incierto, cuando no su desaparición. Por eso digo que seguir ese camino es el suicidio del psicoanálisis.

29. Cecilia Tapia (Lanús) Dis-capacidad discapacitante: entre el psicoanálisis y el mundo que lo rodea El paradigma de la diversidad propone cuestionar la hegemonía de la norma, gran avance. A diferencia de una discapacidad física, donde se puede localizar “la falta”, “la falla” en una parte del cuerpo; la discapacidad intelectual se ubica en lo que la persona es, de esta manera, queda

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completamente tomado el sujeto por la falta. El psicoanálisis cuestiona el concepto de capacidad, por lo tanto, el de discapacidad también, ya que no contempla al sujeto racional, sino al sujeto deseante. Considero apuntar a no negar la discapacidad, viéndola como una forma de ser diferente en el mundo, pero también cuestionar el modelo médico y educativo como modelo “rehabilitador”, donde el psicoanálisis como práctica subjetivizante, también queda excluida como posibilidad en el abordaje de estos casos debido a discursos que sólo permiten y habilitan lo científico comprobable, cuantificable, medible y observable, dejando en el camino lo singular del sujeto. Así, éste pasa a ser objeto en desuso para el sistema capitalista productor de mercancías, que tiene preparado, para una gran mayoría de niños en pleno desarrollo, también un gran negocio. Me pregunto, entonces, ¿qué es lo que se rehabilita en la discapacidad entonces? Se apunta a que el sujeto/objeto logre insertarse en la sociedad, responden la mayoría de estos discursos operantes. Mientras uno de cada cuarenta niños en el 2023 es diagnosticado como autista en diferentes niveles y requieren, con suerte, tres terapias semanales más asistencia


áulica. Todos, absolutamente todos, con idénticas derivaciones de su neurólogo, irán rebotando, de aquí para allá y, en el mejor de los casos, si tienen una buena prepaga, accederán a las prestaciones indicadas. ¿Acaso todos necesitan lo mismo? Creo que el abordaje en estos casos, con una mirada analítica respetuosa por lo que acontece en ese sujeto, podríamos pensarlo como “reconstrucción” de una historia atravesada por el impacto de un trauma, por lo no esperado, lo no tramitado. Y tratar de conciliar el conflicto entre el mundo externo -con un funcionamiento cronológico y cultural demandante de logros medibles- y el mundo interno del sujeto, de cualquier sujeto, pero mucho más aún de un sujeto con el sello de dis-capacitado. Gran desafío nos propone esta problemática.

30. Rodrigo Nieto (San Isidro)

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El poema es acción solidaria, abre un surco entre el sentido y lo sonoro, como el arado en una tierra llana. Nadie sabe de inicio, cuando se escribe, si en ese surco abierto quizás germina, un día, una palabra fruto que alimente una vida. Gabriela Cuomo. De nuestra huerta inesperada

El título de las Jornadas que nos convocan este año, Los nombres actuales del malestar y sus abordajes, me lleva a reflexionar cómo es nuestro abordaje con el individuo actual e hipermoderno; aquel que a simple vista ha dejado de creer en el traumatismo; en lo irreparable del ser; que solo se aferra al presente de las soluciones inmediatas y bio-lógicas.

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Una apuesta poética


En estas coordenadas actuales, me sirvo de la concepción que Jorge Luis Borges propone del poeta como hacedor, que busca una conmoción del hombre y del mundo a través de la poesía. La poesía y el psicoanálisis apuestan a lograr conmocionar al sujeto mismo. Lacan pensaba que tanto la poesía como el psicoanálisis son “estafas”; por la impotencia de que lo simbólico cubra lo real; y su exclusión del sentido. En un análisis no se trata de buscar la verdad del trauma en la realidad histórica del sujeto, tampoco se trata de un juego eterno e infinito con el lenguaje; se apuesta a tocar esa verdad inútil que reintroduce lo irreparable. El propio Lacan en el Seminario 24 se pregunta si la intervención del analista está inspirada por algo del orden de la poesía. Si logramos pensar el análisis como lectura y reescritura; la posición poética para el analista se ubica en el acto de interpretar. Un acto de lectura que es interpretación, que funda y modifica a la vez; que reintroduce lo irre-

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parable y posibilita una nueva escritura. La literatura es rebelde a la lógica, rebelde incluso a la imposibilidad de hacer coincidir lo real eterno e inasible con el lenguaje finito y provisorio. Es justamente de esa rebeldía que nace la poesía. A mi entender, la poesía y el psicoanálisis le han devuelto y aún hoy en día continúan haciéndolo; la dignidad a la palabra y a lo que ella es capaz, a su infinita capacidad creadora. Tal vez podríamos pensar que, en estos tiempos, la suerte del psicoanálisis está ligada a la poesía. Cierro con una poesía de Roberto Juarroz19; quien como todo artista, nos enseña con su sensibilidad. Sacar la palabra del lugar de la palabra ponerla en el sitio de aquello que no habla: los tiempos agotados, las esperas sin nombre, las armonías que nunca se consuman, las vigencias desdeñadas, las corrientes en suspenso.

19

Juarroz, R. (1991) Duodécima poesía vertical, Buenos Aires: Carlos Lohlé


Lograr que la palabra adopte el licor olvidado de lo que no es palabra, sino expectante mutismo al borde del silencio, en el contorno de la rosa, en el atrás sin sueño de los pájaros, en la sombra casi hueca del hombre. Y así sumado el mundo, abrir ese espacio novísimo donde la palabra no sea simplemente un signo para hablar sino también para callar, canal puro del ser, forma para decir o no decir, como un dios a la espalda. Quizá el revés de un dios, quizá su negativo. O tal vez su modelo

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con el sentido a cuestas

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31. Mara Mangoni (Caballito) En transferencia y más acá II. Entretiempos pandémicos y post Rumbo a nuestras Jornadas Nacionales en Salta. Dedicado a quienes leyeran los primeros 25 PVA 2023 y a cada autor.

A partir del 5 de mayo de 2023, la Organización Mundial de la Salud declara “con gran esperanza” el fin de la COVID 19 como emergencia sanitaria internacional. Coronavirus a la edad de los 3 años y medio deja de ser His Majesty The Baby, que desde su disruptivo nacimiento, marcó

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un antes y un después, una nueva historia, en una época signada por la prisa, en que todo se mueve y cambia de lugar (según el Feng shui?) y en la que oscilamos corridos por la tiranía del tiempo. De repente se pararon las rotativas del mundo se impuso la inmediatez del “quedate en casa”, significante de inicio de tiempos pandémicos ¿tope, límite o alarma frente al acelere del uni-verso? En una época rica en tentativas de romper los mandatos patriarcales, se impuso el ASPO (Aislamiento Social Preventivo Obligatorio) cual amo, con sus prohibiciones y reglas de regulación extrema sobre los vínculos. Aun así, de nuestra práctica se desprende y se confirma cada vez que, el lazo social, como el malestar, el síntoma y el tango, son in-eliminable. Como la felicidad, educar, gobernar y psicoanalizar siguen siendo imposibles, por nuestra estructura de seres hablantes (y sonantes). Conectados y desconectados por las redes sociales, a un clic de acceso a la pasional ignorancia de Google Supuesto Saber y el desplegado catálogo de varieté hacia el imperativo del buen vivir: soledades, angustias, miedos, tristezas, dolores y duelos se hicieron presentes. Así también las variantes ocurrentes y creativas para el contacto, el amor y el placer on line. Tiempos de expectativa ansiosa y generalizada, casi exigiendo a las tan criticadas políticas mundiales de salud pública,


regidas por el ideal científico- tecnológico, que hallaran diagnósticos certeros, tratamientos estandarizados y adecuados, en pos de la salud globalizada y la hechura de las vacunas para arribar al final de la pandemia. ¡Qué emoción e incertidumbre ante tal acontecimiento, inclusive para los Analistas ciudadanos! Mientras tanto en ese hueco que aspiró al almanaque, canceladas nuestras Jornadas Nacionales 2021, rumbo a las venideras en Salta 2023 (¡marcándonos un norte!) y habitando ya un mundo postpandemia… nos vamos encontrando, con lo que dejó y también con la pandemia de cada uno, tanto en la palestra de lo transferencial como en el trabajo epistémico-clínico que una vez más, nos convoca a no silenciarnos. Nos vamos encontrando, pensando aún con otros, en voz alta, conjugándonos en esta aventura epistolar colectiva de nuestra red, intertextualidad entre lo ya dado y lo por venir, en la que se va inscribiendo cada trazo en su singularidad, cual marca en la piedra a la espera de ser leída. mimos sin culpa y con responsabilidad, nuestra práctica basada en la lógica y tiempo del inconsciente, donde, con y sin pausa, intentamos no retroceder, dejarnos pescar lo suficiente en la red de Los nombres actuales del malestar, pero advertidos para evitar la coagulación de sentido, respuestas certeras, etiquetas, conclusiones precipitadas e intentar desapegarnos soltando a tiempo, para no devenir pescados. En ese sentido, la poesía es lo que más se acerca a la función deseo del analista, y transforma lo insoportable para no penar de más, al marcar lo real y captar una pizca de esa voz inaudible para producir enigma y, en el mejor de los casos, algunos signos poéticos de su presencia. Y aquí conducida por esta travesía inédita, lo que estaba al principio va llegando -sin Inteligencia Artificial-, reciclado a nuevo, al final.

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Es este, uno de los espacios, donde como analistas, pensamos y asu-

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32. Paula Marino (Pilar) Punto de partida La propuesta de pensar el PVA como un intercambio pre-Jornadas y ya muy cerca de ese encuentro, me lleva a escribir estos pensamientos desde mi nueva función de coordinación y por tanto orientadora, receptora de la demanda, masiva y permanente, diversa e inabarcable. Como mencionan muchos compañeros en sus escritos, el paradigma médico nos invita al consumo de prácticas en salud, rasgo de una época que nos enfrenta a un nivel de consumo inédito. que inicia en pandemia y que aún se muestra estable. ¿Cómo podemos ubicarnos en ese primer encuentro a veces muy distante, telefónico e inoportuno y escuchar algo de ese malestar e

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intervenir? En esa entrevista de orientación, entendiendo la orientación en su acepción de “acción de ubicarse o reconocer el espacio circundante en el tiempo, el momento de situar algo con relación a un punto” (puntos cardinales). Momento de ver, sincrónico, que, como una interpretación, solo podremos ver los efectos aprés-coup, intentando situar algo de la demanda y sentar posición respecto de nuestro trabajo y el de nuestro equipo. Cada sujeto que al que llamamos o recibimos en forma presencial con su malestar, demanda ser pensado en lo particular. A veces se trata de establecer una pausa, pasar en limpio, ordenar el pedido, repreguntar, pensar una estrategia de abordaje, elegir quién lo recibirá y podrá ofrecerle la escucha, la palabra y, también, la técnica.

34. Liliana Mazzacano (Pilar) El individuo Cuando pienso en lazo social, busco en esta metáfora, sinónimos que la representen. Por ejemplo: grupo de personas, comunidad, asociación, unión, alianza, conexión; todas ellas representan distintas formas de


lazo social, es así como el lenguaje se luce cual fenómeno: donde una misma palabra adquiere varios significados. En tanto que lo social, alude a la sociedad humana. Esta metáfora, nos impulsa a rever los desencantos provenientes de la sociedad global, desencantos que se originan por los cambios en los que nos introdujo la tecnología, el individualismo, las nuevas formas de comunicación, la sustitución del juego presencial por la pantalla, la búsqueda de relaciones afectivas a través de redes, el home office, el devenir de lo sociocultural y las políticas de estado. Todo ello fue apartándonos. Se gestaron en muchos casos, conductas inhibitorias, grietas que desregulan la sociedad y que pretenden con discreción y en completo silencio, destruir los lazos sociales. ¿Se puede prescindir del lazo social? Al nacer fuimos parte de otro, un otro necesario cuya conexión nos permitió superar el estar desvalidos, fuimos nutridos con energía libidinal, con la tranquilidad que transmite la serena unión de las miradas, el calor de los brazos que nos acunasimbólico y del lenguaje, nos convertimos en dependientes por tanta protección en la infancia, que es prácticamente imposible vivir sin la necesidad de ser amados. El lazo social existe, con los infortunios de una sociedad castigada multifactorialmente, que sostiene la lucha constante para permanecer de pie. En su libro Hipocresía, el filósofo esloveno Slavoj Zizek compara el pequeño juguete del huevo Kinder con el objeto a de Lacan (...) Ningún producto está a la altura de las fantasías que suscita, ninguna mercancía nunca cumple su fantasmática promesa. Este producto ofrece ese más, su función es suplir la falta de un menos para compensar la que nunca cumple la promesa. Dice Zizek que no es de extrañar, entonces, que exista una analogía entre el huevo K, el vacío de hoy y la abundancia de mercancías que se nos ofrecen. Esta reflexión me parece clave para poder pensar como el sujeto se encuentra con un montón de alternativas posibles, no sabe lo que quiere, es interrogado por la oferta y seremos nosotros, desde la especificidad de nuestra práctica, los que guiaremos esa búsqueda.

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ron. Recibimos amor, nos sumergimos, con ayuda, en el campo de lo

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De eso se trata entonces, correrse del uso mercantilista de la oferta y demanda, también en la salud, para ubicar y reconocer el malestar, poder al menos situar que no se trata de “usar” porque lo tengo, como mucha veces escuchamos decir a los asociados en algunas entrevistas. Sabiendo de antemano que esa demanda no podrá ser cubierta, podemos ofrecer un lugar, una escucha que seguramente -solo en algunos casos-, podrá establecerse como un tratamiento. Orientamos nuestro quehacer a resonar, interpretar la angustia, no como un problema en sí, sino como una señal, punto de partida, para que algo del síntoma se pueda armar.

34. Luciana Spadini (Bahía Blanca)

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Pienso en voz alta en aquellos consultantes que por primera vez llegan a nosotros, los psicoanalistas, buscando soluciones rápidas para el malestar que los aqueja. Algunos piden consejos, otros preguntan cuánto tiempo va a durar el “proceso”, hay quienes vienen con un diagnóstico en mente… y todos ellos, sufren. Tratamos de alojar ese malestar en las primeras entrevistas, sabiendo que no les ha sido fácil reconocerse sufrientes en una época que marca como imperativo el goce, la eficacia, la premura. Pero luego, los decepcionamos un poco, advirtiendo que las soluciones mágicas no existen -mucho menos, las soluciones rápidas- y los invitamos a que, juntos, emprendamos el camino que ponga fin a ese sufrimiento y lo mude en angustia. En una época que promete que la felicidad y el éxito son objetos posibles de ser alcanzados con el esfuerzo suficiente, los psicoanalistas -como sostenía Lacan- tomamos la dirección opuesta y queremos preservar la dimensión de la angustia. Angustia: afecto que no engaña, que escapa a las redes del significante e implica al cuerpo. Aquello con lo que nadie quiere encontrarse, aquello que urge acallar, taponar, invisibilizar. Entonces, ¿por qué queremos preservar la dimensión de la angustia? En principio, la escucha. Invitar a un sujeto a que hable de aquello que


lo angustia genera un efecto de alivio. Es por ello por lo que la angustia se vuelve operativa para el dispositivo analítico, porque motoriza este trabajo, y porque es un espacio para el uno a uno, en una sociedad que va a por todo. Pero fundamentalmente, porque la angustia es humana. Es constitutiva del ser hablante, y nos orienta hacia una dimensión particular del deseo: donde hay angustia hay algo desarticulado en la relación entre el sujeto y su deseo. Localizar la angustia e introducirla en la construcción fantasmática de un sujeto, le otorga la posibilidad de responsabilizarse por su goce o su deseo. Lo invita a elegir. Y bien sabemos que invitar a un paciente a que elija conforme a su deseo, es distinto a todo lo que puede ser un mandato, una sugestión, un diagnóstico que obture toda posibilidad. En este sentido, observo, no sin preocupación, cómo los discursos de época interfieren permanentemente en la relación entre el sujeto y su deseo. En ciertos usos de las neurociencias y las terapias cognitivas conductuales, algunas mal llamadas “terapias alternativas” y a través de mensaje claro: no hay lugar para la angustia. No les es funcional, les es improductiva. Siempre digo que, como psicoanalistas, somos también ciudadanos. Por lo tanto, tenemos el derecho y -lamento utilizar esta palabra, pero el estado de situación lo amerita- el deber de comunicar, con humildad y responsabilidad por la práctica. Qué importante, entonces, que salgamos de nuestros consultorios y podamos poner palabras a otros-posibles para la vida.

35. Carlos Pardo (Mar del Plata) En nuestros espacios terapéuticos nos encontramos cada vez con mayor frecuencia frente a la irrupción subrepticia, impasible y prepotente de fragmentos de “información” socialmente generada, difundida mediante dispositivos tecnológicos y redes. Cualquier terapeuta podría reseñar muchísimos casos de utilización del smartphone como medio productor y propalador de múltiples sentidos, que interfiere de manera disruptiva en la interacción dialógica que tiene lugar en la sesión.

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los medios de comunicación masiva y las redes sociales se recibe un

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En efecto, el smartphone vehiculiza infinitos contenidos socialmente generados, en forma de información rápida, sencilla y disponible. Nada más alejado de la especificidad, la idiosincrasia, la historia, la dramática, y otras condiciones esenciales de la subjetividad del consultante. Siguiendo al filósofo surcoreano Byung Chul Han (autor, entre otros textos, de La sociedad del cansancio, No-Cosas, Psicopolítica y La crisis de la narración) encontramos que la disponibilidad y la disposición total de información nos ha transformado en “infómanos”. No consumimos sino la imagen de las cosas, su representación, sin la percepción directa que la transforma en experiencia. Nos indigestamos de información sin acceder al verdadero conocimiento o experiencia. No hay vivencia, somos espectadores pasivos del Otro. De hecho, muchas veces reducimos nuestras experiencias a la mera anécdota o imagen publicable en redes. Más aún, el algoritmo va determinando el recorrido de nuestros engra-

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mas cerebrales y fijando modos, modas, gustos e intereses. Han sostiene que hoy vivimos en la era de la permanente autoproducción y auto escenificación narcisista. Esta autoproducción constante, que se alimenta de likes y seguidores, este ver y ser visto es fuente permanente de malestar psíquico, o en su defecto, lo es la distorsión entre la fantasía que genera y la realidad personal de cada individuo. Frente a ello, nuestros espacios psicoterapéuticos y analíticos pasan a ser uno de los escenarios donde se juegan las verdades del ser, constituyéndose en lugares de resistencia a este vendaval de generalidades y otredades que presentan las redes. Es necesario generar un rescate de lo humano que re-simbolice, re-signifique, arme metáforas, símbolos y significados en una estructura absolutamente propia del sujeto. Nuestro lugar de resistencia, entonces, nos determina al esfuerzo de producir verdadero sentido, huella, dinámica, historia y unicidad de cada sujeto, aspirando sobre todo a recuperar una narrativa que le dé sentido. Desafíos de la época, supone además recuperar la posibilidad de encuentro, gesto, palabra, memoria, momento; el ritmo propio de cada uno.



COLECCIÓN LECTURAS ÉXTIMAS


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